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Torregrossa, tras el éxito de «Fariña»

El cineasta alicantino asegura que es un mundo «muy reconocible para todos», porque aquí «tuvimos la cultura del pelotazo y la corrupción, que es muy parecido»

Jorge Torregrossa durante otro rodaje. PEDRO VALDEZATE

Atraviesa un momento dulce. Aunque no le da tiempo ni a saborearlo. Carlos. Rey emperador, Tierra de lobos, Velvet Colección, Bajo sospecha o Fariña son algunas de las series que ha visto crecer Jorge Torregrossa (Alicante, 1973) desde detrás de la cámara. Y sin tiempo para descansar anda ya metido de lleno en el rodaje de Hache, nueva apuesta de Netflix por una ficción española. Por el camino, Fariña Fariñale sigue proporcionando muchas alegrías.

Se rindió a esta historia cuando leyó los guiones. Reconocía someramente la historia del narcotráfico en Galicia. Tan solo algunos nombres claves por los medios de comunicación y poco más. Pero fue suficiente para que diera el sí a Atresmedia y Bambú para llevar a televisión el libro de Nacho Carretero y dirigir cinco de los diez capítulos de esta serie -los restantes los hizo Carlos Sedes- que ha sido una tarea complicada e intensa. «Hay cosas que he contado alguna vez, otras no las podemos contar...», afirma.

El caso es que Fariña ha conquistado el mundo de la televisión. Cuatro premios Iris de TV, entre ellos, mejor dirección; dos, en el FesTval, también mejor dirección además de mejor serie; y la semana pasada, un Ondas a mejor serie. «No piensas en si va a ser un éxito o un fracaso, o si vas a recibir un premio, pero sí supimos desde el primer momento que era un proyecto muy muy especial, único, diferente a todo lo que se había hecho». Y más, asegura, «para una cadena generalista, para Antena 3».

Torregrossa, que ha firmado los largos Fin (2012), rodado en Ciudad de la Luz con Clara Lago, Maribel Verdú y Andrés Velencoso, y La vida inesperada (2014), con Javier Cámara y guion de Elvira Lindo, asegura que Fariña fue «un regalo para todos». Durante seis meses vivió en Galicia y grabó con gente «superprofesional», a muchos de los cuales «no se les conocía fuera de allí».

Uno de los éxitos de Fariña, afirma, es que «hablamos de un mundo real». Primero por la estética, «ya que la recreación de la época es muy acertada porque estábamos en una zona donde encontrábamos casas y lugares que estaban tal cual». En segundo lugar porque, según el realizador alicantino, «es un mundo muy reconocible para todos, aquí no hemos tenido esos traficantes de droga, pero hemos tenido la cultura del pelotazo en la construcción y la corrupción, que es muy parecido... el mundo de Crematorio que está muy cera de Fariña».

Lo que tenía claro Torregrossa es que no quería hacer «un juicio moral». «Si estás tan cerca de enriquecerte es muy difícil resistir la tentación; no queríamos enaltecerlos pero tampoco queríamos juzgarlos».

Rodar una historia real cuando mucha de la gente implicada aún vive no era tarea fácil. Más con el precedente de que antes del estreno de la serie, el libro fue secuestrado por orden del juez, lo que precipitó su emisión. «Han pasado cosas flipantes, como que cuando detuvieron a Sito Miñanco el pasado febrero, unos meses antes del estreno de la serie, la policía comentó que tenía los guiones en su mesilla de noche y también le llegaron a alguien más... así que hubo que cambiar muchos de los nombres reales por otros inventados, manteniendo solo la inicial».

El director reconoce que «estábamos rodando al lado de donde vivien, donde siguen teniendo negocios, amigos... Alguna vez pasó por mi cabeza que podía pasar algo, pero afortunadamente no pasó y fueron muy respetuosos. En el fondo creo que a ellos les da cierto morbo que su historia esté en una serie... tendrán sentimientos encontrados».

De hecho, Javier Rey, que da vida a Miñanco, intentó ponerse en contacto con él «y fue imposible», aunque sí consiguió hablar con una de sus hijas que no se mostró «muy favorable a colaborar». Sin embargo, «Laureano Oubiña estuvo comiendo con el actor Carlos Blanco», que le da vida en la serie. Además, recuerda que a Javier Rey se le acercó un día un señor «y le dijo al oído que tenía que honrar su nombre, porque para muchos Miñanco sigue siendo un héroe».

El resultado, asegura, no podía ser mejor. Algo que considera ya es una característica de las series españolas. «Yo hice mi primera serie en 2003 y he visto cómo ha cambiado el lenguaje, las ambiciones, la envergadura de los proyectos... ha sido brutal en estos 15 años». Por eso cree que Netflix tomó la decisión de apostar por España como centro de proyección, igual que otras plataformas como HBO o Amazon. «Ahora se hacen series muy buenas y muy diferentes, para públicos distintos y eso es maravilloso, además de dar trabajo a un montón de gente y mover mucho dinero».

Lo dice por experiencia, ahora que está embarcado en el rodaje de la última apuesta de Netflix por la ficción española: Hache. Una serie en la que vuelve con el tema de los narcos, pero de heroína, en los años 60 de Barcelona. Repite Javier Rey y le acompañan Adriana Ugarte y Eduardo Noriega. «Dirijo seis de los ocho capítulos y estaremos rodando hasta primavera».

Javier Torregrossa, que estuvo en Alicante el viernes para entregar uno de los Premis del Audiovisual Valencià, porque «soy un director de Alicante y siempre lo seré», recuerda con nostalgia el rodaje de Fin en la extinta Ciudad de la Luz. «Estaría bien que lo cogiera una iniciativa privada porque estamos faltos de platós, ni en Madrid hay platós como estos. Me sorprende que no exista un futuro posible para estos estudios. Si Netflix pudiera los ocuparía ya mismo».

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