Ha hecho falta encontrar la plataforma adecuada para que ese panorama cambiase de forma notoria. Fishbone Fishboneno es un guión extraordinario, por supuesto, pero el texto del propio realizador y de Laura Calavia y factores de peso como la ambientación en Nueva York y en la alicantina isla de Tabarca, y la magnífica fotografía de Pere Pueyo, incluida la submarina, han proporcionado resultados bastante más satisfactorios que en el resto de sus películas. Y fue presentada en la Mostra de Cine de València que reanudaba su actividad después de varios años.

Partiendo de la base de que el presupuesto de la cinta apenas ha alcanzado el millón y medio de euros, algo que hay que tener muy presente en todo momento, el director de San Vicente del Raspeig ha logrado en el acabado final y en el rodaje en exteriores casi un milagro, especialmente teniendo presente que han sido cinco semanas de rodaje y que una de ellas se ha filmado en la isla de Manhattan, un dato que parecía misión imposible. Méritos indiscutibles que colaboran a la hora de dotar de consistencia al producto.

Pero más que estos elementos ornamentales, lo que aporta propiedad a las imágenes es el retrato que efectúa de la protagonista, Jan, la última mujer que nació en la isla de Tabarca, aunque reside en Nueva York, que se ha abierto camino con bastante fortuna en el mundo de la restauración y está a punto de ser nombrada chef de un prestigioso restaurante de Shangai.

El destino, sin embargo, se va a cruzar en su camino cuando decide volver unos días a la isla para asistir a las exequias de su padre, al que hace años que no ha visto. Será un viaje determinante en su vida sentimental y profesional que marcará de lleno su futuro. El encuentro con Toni, un amigo de la infancia que atiende un pequeño restaurante, con la magia innegable que brota en un lugar tan sugerente, conforman una historia de amor que se hace de rogar y que vence a duras penas los difíciles obstáculos que entran en juego.

El clima de misterio y hasta de miedo se abre camino en un entorno que vuelve a irradiar luminosidad y encanto, pero que está a punto de desatar la tragedia en los fondos marinos. Es aquí donde se operan los mayores contrastes, fruto de una parte final que, probablemente, no adquiera la convicción que sería de desear. La noción que trata de poner sobre la mesa Aliaga está muy clara, aunque es posible que las exigencias del relato en tanto melodrama romántico requerirían una mayor fuerza en lo que vemos. Una solución que solo lesiona superficialmente la globalidad de la película y que no produce una exagerada merma de sus virtudes.

Destacada y a tener en cuenta la interpretación de la actriz alicantina Saida Benzal, que lleva a sus espaldas la responsabilidad de asumir un protagonismo absoluto que defiende con acierto a toda costa. Intérprete de diversas series de televisión, ha intervenido en cuatro largometrajes, entre ellos Lo contrario al amor y Entre esquelas.