A sus 88 años y más jovial que nunca, o tanto como siempre, recibió ayer Paca Aguirre la noticia de que el Premio Nacional de las Letras Españolas este año llevaba su nombre. «Es una alegría recibirlo en tiempos como estos, y más en estos tiempos de mujeres», indicó ayer la poeta alicantina a este diario desde su residencia en Madrid, tras añadir: «Debemos de estar en un buen momento las mujeres».

Francisca Aguirre (Alicante, 1930), a quien todos llaman Paca, es la quinta mujer que logra este galardón tras Rosa Chacel (1987), Carmen Martín Gaite (1994), Ana María Matute (2007), Carme Riera (2015) y Rosa Montero (2017). También es la primera alicantina en recibir este reconocimiento, que otorga el Ministerio de Cultura a toda una trayectoria y que está dotado con 40.000 euros.

Poseedora ya del Premio Nacional de Poesía en 2011 y del Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández en 2010 por el poemario Historia de una anatomía, «en esta vida, quien no se queja es porque no quiere», bromeó la galardonada tras declarar sentirse «muy contenta» porque «siempre es muy agradable que te premien y hoy me alegro en común por todos».

Las felicitaciones le llovieron a la hora de comer tras la llamada de Olvido García Valdés, directora general del Libro y presidenta del jurado, que destacó cómo su poesía, la «más machadiana» de la generación de los 50, está situada entre la conciencia y la memoria.

A Aguirre le enorgulleció la consideración del jurado porque Antonio Machado es para ella «el primero entre los dioses literarios», como explicó a Efe, ya que sigue leyendo a Machado cada vez que se siente «nerviosa por algo: le leo media hora y ya estoy como una rosa».

El jurado -formado entre otros por el escritor alicantino José Luis Ferris, sobrado de argumentos a favor de la poesía de Aguirre- ha reconocido la obra de esta autora «por estar su poesía (la más machadiana de la generación del medio siglo) entre la desolación y la clarividencia, la lucidez y el dolor, susurrando (más que diciendo) palabras situadas entre la conciencia y la memoria».

«Tiene mucha razón el jurado», consideró Aguirre, que señaló que la conciencia y la memoria son los dos puntales de su poesía, y que seguirá escribiendo «mientras el cuerpo aguante». Ella lo sigue haciendo «a ratitos», aunque continúa leyendo mucho, como explicó su hija, la también poeta Guadalupe Grande, quien señaló que su madre «tiene una higiene adquirida que no se abandona fácilmente y lee todos los días» y destacó su alegría por tratarse de «un premio a toda una vida de escritura, de trayectoria y de memoria».

Siendo una de las escritoras más representativas de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, Aguirre no se dio a conocer como poeta hasta los años 70 y publicó su primer poemario con 42 años, Ítaca, una decisión tardía que le valió el Premio Leopoldo Panero de poesía en 1971 y que le metió de lleno en el mundo de las letras, hasta el punto de haber sumado más de una docena de poemarios, además de un par de libros de prosa.

Aguirre, gran defensora de la memoria histórica «porque sin memoria no podemos elegir», ha teñido su poesía de su propia experiencia vital, marcada por la trágica muerte de su padre, el pintor republicano Lorenzo Aguirre (Pamplona, 1884-Madrid, 1942) que pasó su infancia en Alicante, condenado a muerte durante el franquismo y la última persona ejecutada con garrote vil en España. A él y a su memoria dedicó primero su poema Los trescientos escalones, de su segundo poemario homónimo, así como Historia de una anatomía, con el que se desencadenaron los reconocimientos.

La alicantina también atesora otros galardones, como el Premi Alfons el Magnànim, por Memoria arrodillada. Antología, o el de la Crítica Valenciana al conjunto de su obra, además de ser distinguida con el Importante de INFORMACIÓN en 2011.

Desde Ítaca, y con la excepción de la década de los 80, la escritora ha continuado publicando su obra de manera interrumpida. Junto a los ya mencionados poemarios, destacan La otra música (1978), Ensayo General. Poesía completa 1966-2000, L a herida absurda (2006), Los maestros cantores (2011) o Conversaciones con mi animal de compañía (2012).

Aunque la poesía de la alicantina permaneció inicialmente un tanto en penumbra por la alargada sombra de su marido, el poeta Félix Grande, fallecido en 2014, con quien estuvo casada cincuenta años y quien también obtuvo el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2004.

La pareja visitó Alicante en varias ocasiones, especialmente tras el premio Miguel Hernández, y la ciudad le brindó su primer homenaje en diciembre de 2011, en un acto celebrado por el Día del Migrante organizado por el Instituto Gil-Albert siendo director Ferris, quien conoce a Paca Aguirre desde hace años tras ver una exposición en Madrid de la pintura de su padre y traer una muestra de su obra al Mubag.

Al acto se sumaron la propia Aguirre y Grande, que recitaron sus propios poemas y un año después, en diciembre de 2012, el Ayuntamiento de Alicante la nombró Hija Predilecta de la ciudad, al igual que a su padre. En esa ocasión no pudo venir, pero Aguirre regresó a su tierra para recibir el premio Importante de INFORMACIÓN en febrero de 2012. En marzo de 2013 la pareja asistió a la presentación de las actas del Congreso sobre Miguel Hernández y un poco más tarde protagonizó una jornada de poesía en el ciclo del Gil-Albert.

El alcalde de Alicante, Luis Barcala, manifestó en un comunicado «el sentimiento de orgullo» y la «inmensa satisfacción» que siente la ciudad por el galardón concedido a Aguirre y por «ver cómo se ensalza la larga y fructífera trayectoria de esta escritora».

Precisamente, hoy la escritora Consuelo Jiménez de Cisneros ofrece a las 20.15 horas en la Sede de la UA en Alicante (Ramón y Cajal, 4) una conferencia sobre las poetas Francisca Aguirre y Trina Mercader.