Éramos los más jóvenes cuando nos llamaron para ser miembros del antiguo Instituto de Estudios Alicantinos, año 1982. Éramos también, así lo entendimos, la renovación de una etapa de la historia el arte de Alicante. Lorenzo, historiador, escritor de libros, poeta, comisario de exposiciones, y por mi parte, artista plástico, fundamentalmente escultor. Los dos llegamos a un Instituto, en los sótanos de Diputación, donde se fraguaban grandes cosas respecto al arte alicantino, dirigidos entonces por Tomás Martinez Blasco, arquitecto que con su hermano Manuel, contribuía a hacer de aquella institución algo vivo. También estaban José Antonio Cía, Carrillo padre y Mario Candela. Toda una experiencia en la que compartimos momentos que fueron claves en nuestras vidas. Con su desaparición vino el Gil-Albert, donde años más tarde también colaboró Lorenzo demostrando su interés por formalizar algo sobre nuestra historia reciente y antigua.

Los años no nos separaron, yo seguía sus publicaciones, sus conferencias, sus trabajos incluso en la creación literaria. Cuando organicé las exposiciones sobre Emilio Varela y Pérez Pizarro, en la Lonja, su apoyo fue absoluto. Siempre que nos veíamos hablábamos de lo mismo, de lo mal que estaba esta ciudad, y lo poco que reconocía a sus protagonistas. Lorenzo enfermó y sus salidas a conferencias y eventos artísticos, aunque siguiera con su actividad de promover libros, exposiciones, textos sobre arte, continuó hasta su último suspiro, fueron cada vez más esporádicas. Cuando organicé en la Sede de la Universidad un ciclo sobre Quién es quién, le pedí y aceptó, estar en esa nómina de personas importantes preocupadas por esta ciudad, creadores, estudiosos y artistas. Nos volvimos a ver y a llamar sobre su salud y su trabajo. Siempre tan inconforme con lo que pasaba en Alicante.

Cuando esta mañana me he enterado de su fallecimiento he llorado, no he podido evitar recordar cómo ha transcurrido su vida y la mía durante estos años, su lucha por la cultura, su ambición de conseguir que Alicante, sus artistas, fueran reconocidos, conocidos por la ciudadanía. He recordado ese primer día en que nos conocimos en el Instituto de Estudios Alicantinos, dos jóvenes que querían ver si se podían cambiar el mundo, ¿lo conseguimos? No del todo, pero el esfuerzo, la energía, la voluntad, el deseo, han estado siempre en su mente. Y si algo se ha conseguido, has conseguido, Lorenzo, se debe a tu espíritu fuerte y tenaz por ser útil a este Alicante de los mil demonios.

La pregunta que debemos hacernos es por qué Lorenzo, cuya trayectoria nos lo muestra como uno de los grandes historiadores de este país, que desde décadas nos ha mostrado un trabajo excepcional, no ha sido director de ningún Museo o Centro de arte, en esta ciudad.