Una gran bata de cola negra hecha de cable reciclado que se utiliza en el repostaje de aviones y que pesa cerca de 30 kilos es el «traje» que lucirá la bailaora flamenca Vanesa Aibar en el espectáculo Sierpe. La pieza es una de las esculturas creadas por la artista ilicitana Susana Guerrero que Aibar utilizará como atrezo en esta obra flamenca de creación andaluza-ilicitana, que se estrenará internacionalmente en la Bienal de Flamenco de los Países Bajos el 9 de febrero, y que en España se presentará días después en el XXIII Festival de Jerez.

La parte ilicitana de este proyecto, además de Guerrero, la forman el guitarrista José Torres y el codirector y cocreador del concepto, Francisco Sarabia, quien puso en contacto a ambas artistas, ya que las dos «se sirven de la mitología para recrearla, reconstruirla y hacerla propia y comparten un imaginario, como la cabeza de Medusa, la serpiente, que está muy presente en sus obras». El uso de la simbología de Guerrero hizo que Sarabia le pusiera en contacto con Aibar para trasladarlo a la danza «y ahí empezó el lío», bromea sobre Sierpe, que también cuenta con el cante de la jienense Rocío Guzmán y del sevillano Tremendo Hijo de Triana.

El espectáculo -que establece una analogía entre la sierpe y el relato mítico de la bailaora, a la vez carnal y pecaminosa, amada y madre dolorosa- arranca con la bailaora enfundada en la bata de cola de cables de tres metros de largo, cedidos por la empresa ilicitana Vimasol. «Son muchos metros y cuesta mucho tejer con los cables, te destrozas las manos», explica Guerrero, que ya había trabajado con este material en esculturas anteriores pero no de este tamaño ni en movimiento.

El peso de la pieza condiciona sobremanera el baile de Aibar. «Por supuesto que modifica mi forma de bailar porque casi no puedo moverme -apunta- aunque a priori no se ve que sea de cable, pero sí impacta mucho el sonido, el ruido que hace al moverse contra el suelo», apunta la bailaora, que se enfrenta con ello a «una lucha de formas donde a veces duele; es un sacrificio que hago con todo el gusto pero también como una ofrenda».

A la coreógrafa le interesaba con Sierpe cuestionar cómo se construye la imagen de la bailaora, «que es relativamente reciente, y a través de la inspiración en determinados mitos, definir ciertos rasgos de carácter que aparecen en el baile flamenco».

Aibar utilizará también un puñal-antorcha de cerámica con oro, una especie de chaleco de metal, algunos pinchos en el pelo y otra pieza pendiente aún con esparto a modo de sombrero, todas de Guerrero «Me ha encantado ver las esculturas en movimiento y aunque el proyecto no es mío, hay un fondo en común que compartimos en el que ves cómo se transforman las cosas», indica la artista, mientras que a Aibar, que es la primera vez baila con esculturas, le atrajo de la obra de Susana «el peso de la simbología, cómo las dos nos apropiamos de las cosas y las reinterpretamos, reflejándonos a nosotras mismas».