El paisaje, desde la belleza natural hasta la ruina arqueológica o el ruido inaudible, es el eje central de la nueva exposición del ciclo Todo lo que ves es arte Todo lo que ves es arteinstalada desde ayer y hasta el próximo 13 de enero en la sala de la Lonja del Pescado de Alicante. Esta es la tercera muestra del ciclo comisariado por José Luis Martínez Meseguer y Pilar Tébar, que anteriormente se dedicó al vídeo y al retrato, dentro de una convocatoria del Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana.

En esta ocasión, catorce artistas reflexionan en 365ALC_Paisatge a cerca de esta disciplina que empieza a ser considerada como género independiente por los pintores holandeses en el siglo XVI -hasta entonces solo era parte de una obra de arte- y que alcanza su apogeo con los impresionistas en el siglo XIX al pretender captar el instante en la naturaleza, como recordó ayer Pilar Tébar en la presentación en la Lonja.

En la muestra participan doce artistas interesados desde hace años en esta materia seleccionados por los comisarios -Carlos Balsalobre, Samuel Cano, Cayetano Ferrández, Amparo Garrido, Cristina Ferrández, Paco López, Miriam Martínez Guirao, Rosell Meseguer, Marco Ranieri, Agustín Serisuelo, Chiara Sgaramella y Paco Valverde- y dos artistas invitados que han realizado su residencia artística en Las Cigarreras bajo el programa Cultura Resident del Consorcio - David Trujillo y Enrique Radigales-, que tratan el hábitat en sus proyectos.

«Esta es una aproximación al paisaje contemporáneo a través de la mirada diversa y plural de un grupo de artistas», indicó el director del Consorcio, José Luis Pérez Pont, que emplean la fotografía y la instalación, sobre todo, pero también la pintura. Con este ciclo, añadió, son ya 51 artistas de la Comunidad los que han expuesto su obra, 43 de ellos alicantinos.

La concejal de Cultura, Dolores Padilla, destacó la idoneidad de plantear una reflexión «desde la visión artística sobre el comportamiento humano hacia nuestro entorno y la continua destrucción del medio ambiente».

Martínez Meseguer apuntó que «en la mayoría de los casos los artistas muestran su preocupación por la desaparición del paisaje» y Tébar advirtió del «silencio» que las obras transmiten.

Es el caso de los fotógrafos Carlos Balsalobre o Paco Valverde. El primero, con su serie de edificios en construcción paralizados por la crisis muestra «la nueva arqueología que campa por el territorio con imágenes saturadas y muertas como los espacios», mientras Valverde documenta «el campo que desaparece» en «espacios intervenidos por el hombre».

Paco López combina el entorno natural con el urbano en sus pinturas de tono poético para hablar de la pérdida de la naturaleza, al tiempo que Cayetano Ferrández aborda el paisaje familiar o doméstico a partir de unas sillas de su suegra y Marco Ranieri muestra una metáfora sobre la fragilidad de los ecosistemas con una instalación de 23 bombillas colgantes donde viven plantas.

Miriam Martínez muestra el efecto que generan las plantas que brotan en la calle con miniaturas y Samuel Cano se acerca al detalle del paisaje congelado en un viaje a Islandia; Cristina Ferránez ahonda en sus fotografías en paisajes absolutamente vírgenes y esplendorosos, como Amparo Garrido, que descubre un rincón del parque berlinés Tiergarten, «muy medido, nada salvaje», obra de un paisajista que quiso recrear un jardín romántico inglés.

Rosell Meseguer muestra un muro de Ostia Antica, el puerto más importante del Imperio Romano hoy anegado y tomado por la naturaleza; Sgaramella reivindica el agua con grifos de los que emanan raíces secas de árboles y Serisuelo fuerza al espectador a crear su propio paisaje a partir de cuatro imágenes entre bastidores.

Trujillo ha «mapeado» la ciudad para sacar a la luz el ruido que no oímos de antenas de telefonía móvil y tecnologías inalámbricas y Radigales combina en su instalación lo biológico/vegetal con lo artificial/tecnológico y la intervención humana en el entorno.