Pablo Auladell está bebiendo de su propia medicina. Él, que nunca se ha considerado un gran cinéfilo ni tiene en el cine sus referentes para la ilustración, sino sobre todo en la literatura y la pintura, ha pasado el último año embarcado en proyectos vinculados a la pantalla grande. «Por bocazas», bromea el Premio Nacional de Cómic de 2016 que, tras poner dibujos a la próxima película de Gonzalo Suárez - El sueño de la Malinche, aún por estrenar-, ahora publica Potemkin, la adaptación a la novela gráfica de uno de los títulos fundamentales de la historia del cine, El acorazado Potemkin del ruso Sergei Einsestein, estrenada unos años después de la Revolución Rusa, de la que se acaba de cumplir un siglo.

Atendiendo el encargo de la editorial Libros del Zorro Rojo, con quien el alicantino ya publicó en 2014 la adaptación de La leyenda del Santo Bebedor, y coincidiendo con el 120 aniversario del nacimiento de Einsestein, Pablo Auladell se ha dejado llevar durante un tiempo por la épica revolucionaria rusa para resumir en 96 páginas de cómic los cien minutos del filme mudo.

Potemkin, además, incluye una parte de documentación para quien no esté familiarizado con la historia narrada por Einsestein -basada en el motín de la tripulación del buque de la armada zarista, así como un epílogo del periodista Jordi Costa, quien considera que Auladell, en lugar de adaptar la película, la ha «soñado».

«Más que una interpretación de autor, que yo no he hecho -aclara el el artista-, es un juego, un homenaje a Einsestein. La editorial quería precisamente la película dibujada en una novela gráfica, como un guiño a los lectores cinéfilos que la hubieran visto y con todos los textos íntegros que incluye esta película muda».

El ilustrador añade que a pesar de que esta vez la tarea no requería por su parte «sesudos ejercicios de relectura o interpretaciones más o menos osadas y geniales», evidentemente la obra «lleva mi sellito y mi forma de dibujar, pero ahí se acaba la interpretación, que es puramente estética».

Auladell vio El acorazado Potemkin «de jovencillo» y ha tenido que volver a ella unas cuantas veces más para componer su propio storyboard. «Ahora la he visto con más años, con otros ojos, siendo más consciente de la historia, y he disfrutado mucho», asegura.

«Me he dado cuenta de la habilidad de Einsestein para manejar la épica revolucionaria y los recursos emocionales de los nobles ideales, del talento para fabular sobre un acontecimiento real y convertirlo en un relato lleno de belleza plástica. Realmente la película es un panfleto, una obra de propaganda, pero muy hermosa, como una bella mentira», cuenta Auladell, que añade que se concentró en «volver a montar la película», llena de imágenes icónicas, como la matanza en las escaleras, y jugó en el cómic con las metáforas que Einsestein, maestro del montaje, utilizaba en la película.

El blanco y negro del filme se ajusta al carboncillo del alicantino, que en tono sepia se ha permitido utilizar «algunos toques rojos, como hizo luego Einsestein en la bandera, que retocó, y eso me dio pie a meter el rojo en algunas manchas de sangre y en bocadillos con algún mensaje revolucionario».

Auladell ha tenido que tirar de oficio para desarrollar sus escenas, «no es ponerse el fotograma y dibujarlo, sino ver el tempo, la velocidad, la gestualización y la mímica de los personajes, y elegir momentos, porque si no sería una película de dibujos animados».

El autor presentará Potemkin en La Central del Raval de Barcelona el próximo 15 de noviembre; tiene otra cita por cerrar en Madrid y también prevé presentarla en breve en Alicante.