El funeral por Montserrat Caballé, fallecida el sábado en Barcelona, reunió ayer en el tanatorio de Les Corts a líderes políticos y personalidades del mundo de la cultura, en una ceremonia en la que su voz tuvo un protagonismo especial y que concluyó con una cerrada ovación.

La ceremonia comenzó poco con el Ave María, que tantas veces había cantado la soprano , que dio pie a una misa con comunión, oficiada por tres sacerdotes, uno de ellos el popular Padre Apel·les. Mientras los feligreses comulgaban sonó otra de las arias preferidas de Montserrat Caballé, O mio babbino caro.

La voz de Caballé se escuchó nuevamente a lo largo del funeral en un pasaje de la ópera Rinaldo de Haendel, y volvió a oirse al cabo de una hora, al final de la ceremonia, interpretando La Vergine Degli Angeli, aria de la ópera La fuerza del destino, de Verdi. Entonces, el medio millar de personas, entre ellos muchos liceístas, aplaudieron durante varios minutos, mientras sus incondicionales lanzaban los «bravo, bravo»que tantas veces la soprano había escuchado en los grandes coliseos operísticos del mundo.

En la emotiva ceremonia sólo interveniron su sobrina Montserrat y su otorrino Pedro Clarós, quien contó una anécdota: «Una vez Montserrat Caballé me dijo que no sabía si iría al cielo, y yo le dije que seguro que sí, con todas las Ave Marías que has cantado».

En la primera fila de la sala estaba situada la familia de la soprano, encabezada por su marido Bernabé Martí, su hermano Carlos Caballé, su hija Montserrat Martí Caballé y su sobrina y representante Montserrat Caballé. A su derecha se situó la fila de autoridades con la Reina Sofía, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el de la Generalitat, Quim Torra, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, el líder del PP, Pablo Casado, el ministro de Cultura, José Guirao, la consellera de Cultura, Laura Borràs, y la delegada del Gobierno, Teresa Cunillera. En una segunda fila había otros representantes políticos catalanes. En la sala grande del tanatorio, que se vio desbordada por la afluencia de personas, se encontraban también numerosas personalidades del mundo de la cultura, como los tenores Josep Carreras, Jaume Aragall y Josep Bros, el barítono Joan Pons, el conde de Godó, el Padre Ángel, así como una amplia delegación del Gran Teatro del Liceu, encabezada por su presidente, Salvador Alemany, y la directora artística Christina Scheppelmann. También asistieron los periodistas Luis del Olmo y Mercedes Milà, el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, y el cantante Al Bano. Ante el amplio dispositivo informativo desplegado en la puerta de entrada del tanatorio, con una veintena de cámaras de televisión, Carreras definió a Caballé como una artista «irrepetible, la soprano del siglo XX, quizás con Maria Callas» y confesó que fue «una amiga y una mujer entrañable, como una hermana mayor para mí».