Entre La oficina de objetos perdidos y encontrados (2005) y Cómo arreglar un libro mojado (2017) han pasado más de doce años, muchas páginas llenas de historias y medio centenar de libros. Sí, medio centenar en poco más de una década. Y todos destinados al público infantil. Lo que demuestra dos cosas: una, que Roberto Aliaga, manchego de nacimiento pero afincado en Alicante desde hace dos décadas, disfruta contando historias a los más pequeños y dos, que es un soñador.

Y de tanto soñar, a veces los personajes que crea y que otro dibuja, en unos volúmenes llenos de sensibilidad y arte, pues cobran casi vida y se ponen a viajar. Eso es lo que ha hecho Codrilo, la historia del cocodrilo comilón que Aliaga dio vida en 2008, que ha decidido cruzar el charco. «Codrilo se va a hacer las américas en escuelas de primaria de Estados Unidos y Canadá», escribía en Facebook su autor.

Y así es. Esta historia ha sido seleccionada por National Geographic Learning y Cengage, el proyecto educativo de esta organización internacional dedicada a la cultura y la ciencia, como libro de lectura en colegios de esos dos países. «Como es de 2008 ya estaba descatalogado, pero llegó la petición y fue una gran noticia», asegura Roberto Aliaga con sorpresa. «Cuando uno está escribiendo estas historias jamás piensa que vas a llegar más allá de poder contárselas a tus hijos».

Pero en esta ocasión, ha llegado mucho más lejos porque el libro se distribuye ya en colegios de dos países con tanto territorio como EE UU y Canadá, y en español. «No sé en cuántas escuelas ni cuántos ejemplares, pero es una colección para diferentes grupos y grados, aunque Codrilo está dirigido a niños de 7 u 8 años».

La historia de este cocodrilo que tiene hambre y va mordiendo la oreja de un elefante, el rabo de un mono y la pata de una cebra lo ha contado Roberto Aliaga innumerables veces y por multitud de espacios. «Es de mis primeros libros y lo he contado mucho por bibliotecas; este, igual que Simón Mentiras, son de mi primera época, destinados a unos lectores infantiles».

Por eso son historias «muy acumulativas, rimadas, porque son para niños pequeños y me gusta que sean ellos los que te ayuden a contarlo, y es más fácil que se aprendan las palabras».

Ver como Codrilo inicia este largo viaje es «como que no te lo crees, lo ves con distancia», afirma recordando que este libro ya se tradujo al japonés, quizá porque de ese país es Minako Chiba, la autora de las ilustraciones. «La verdad es que no lo piensas, pero hace mucha ilusión; lo veo con humildad y con distancia, parece que sea algo que no te acabas de creer». Una sensación, dice, similar a «cuando te llega el libro a casa y lo ves por primera vez, si lo piensas mucho te asusta... te das cuenta del número de gente que puede leer eso».

Más cuando esos libros, como Codrilo, se utilizan en las escuelas como material pedagógico. «Ahora la tendencia es hacer pedagogía con los libros, sirven para educar en un tema u otro y eso es mucha responsabilidad. No sé ni cómo lo estoy haciendo con mis hijos, así que si pienso que estoy educando a los lectores...».

Atrás quedan ya esos libros destinados al público infantil. «Ahora estoy más con la narrativa». Y no le va nada mal. El pasado año ganó el Premio SM Barco de Vapor con su historia Cómo arreglar un libro mojado, en la que aborda con humor un tema tan serio como es el maltrato, pero sin caer en dramatismos.

Ya tiene dos libros más en cartera. En abril de 2019 saldrá Robi-Bit, en Ala Delta, con ilustraciones de Lucía Serrano, «una historia futurista para niños a partir de 8 años». Y más tarde, en septiembre, publicará otro en Barco de Vapor.

«Empecé a decirlo de broma y al final va a ser cierto, me voy dejando llevar por la edad de mi hija Aroa. Ahora tiene 11 años y estoy más con la narrativa. Juvenil no he escrito nunca y no quiero hacerlo. Cuando me llega una idea siempre la enfoco al público infantil. Los encuentros que hago con niños son maravillosos».