La artista alicantina Olga Diego hizo volar ayer por la noche en el claustro gótico del Centre del Carme de Valencia una escultura similar a un zepelín de 90 metros cúbicos creada por ella misma con aire, luz y piel plástica. La actividad Volando un dragón, que se enmarca en la celebración de la Noche Europea de la Investigación, es -según fuentes del Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana- «una especie de lucha entre la bestia y su creadora. El inmenso volumen es parte de su belleza, pero también puede convertirla en un monstruo despiadado». Este «experimento», como lo califica la artista, está basado en el principio de Arquímedes, donde todo cuerpo sumergido en un fluido recibe una fuerza de abajo hacia arriba equivalente al peso del fluido desplazado, y en los primeros intentos de vuelo realizados en el siglo XVIII.