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Guillermo Roz: «Un escritor que no lee no llega a ningún sitio»

Hablará hoy en la Escuela de Escritura Creativa de Alicante, a las 19 horas

El escritor Guillermo Roz. INFORMACIÓN

Viene a Alicante a explicar cómo se escribe una novela. ¿Así de fácil?

La verdad es que estoy acostumbrado a hablar de literatura porque coordino clubes de lectura y talleres escritura, con lo cual ir explicando el oficio es normal. Empecé a hacerlo a partir de estudiar a otros escritores y ver cómo lo hacían. Yo soy un trabajador del oficio de la palabra. Lo que contaré es cómo yo buenamente lo hago, entre otras cosas que yo escribo tras una caminata para que las ideas me busquen.

¿Afronta su carrera literaria como un trabajo?

Estamos mal acostumbrados porque creemos que el trabajo tiene un horario, un lugar para hacerlo, pero el trabajo artístico es bastante más expandido en el tiempo diario que cualquier oficina. Yo trabajo las 24 horas, mientras camino, escribo; mientras sueño, escribo; mientras desayuno, escribo. El pecado que cometemos los escritores es que hacemos de nuestra vocación una profesión y eso esta mal visto en la sociedad del sacrificio y del penar constante.

Una pregunta tópica. ¿El escritor nace o se hace?

Mi experiencia es que se hace porque si bien yo tenía unos sueños, unas expectativas con la palabra, hasta que no me puse a escribir y a escribir no supe que podría tener posibilidades. Escritor es el que escribe, no el que publica o gana un premio. Uno de los grandes beneficios de los talleres literarios es que te lean y te digan cómo vas. Si te dicen que lo haces mal y sigues llegarás a hacerlo bien. Los grandes escritores en algún momento quisieron tirar todo a la basura.

¿ Cuánto hay de bagaje y de referentes en la narrativa de un escritor y cuánto de imaginación?

En un escritor lo primero que uno pide es que se note que ha leído. Un escritor que no lee no llega a ningún sitio. Bueno, puede llegar a ser Paulo Coelho, pero no un buen escritor. Si andas mucho en bicicleta tienes más posibilidades de ser ciclista. Escribir es igual. La insistencia hace que tú dinamices el sistema del lenguaje y cómo hacerlo literatura. Yo en la imaginación no creo mucho sinceramente sino en la herramienta que es la palabra. El lenguaje es el arma más poderosa que tenemos pero también la más difícil de optimizar para hacerla literatura.

Hablamos del escritor, pero ¿qué tiene que encontrar el lector para engancharse?

Hay tantos estímulos como lectores. Te puedo decir lo que tengo que encontrar yo y es un lenguaje preciso, libre de ornamentos y que me haga sentir, que me haga pensar, que tenga una sintaxis directa al corazón. La historia que me cuente es un segundo paso.

¿Eso lo tiene Las gafas negras de Amparito Conejo ?

Tiene el atrevimiento de hacer del lenguaje un juego y me parece que, humildemente, salió más o menos bien, pero para jugar hay que saber las reglas.

¿Por qué decidió que fuera novela gráfica?

No lo pensé. Soñé que la novela que estaba escribiendo la dibujaba Óscar Grillo. Fue como una suerte de premonición, no sé cómo llamarlo. Tuve la osadía de comentárselo, aunque no lo conocía de nada, y finalmente terminamos haciendo una combinación milagrosa que salió muy feliz. Mi historia es la mejor que le puedo contar a mis alumnos cuando piensan que son una porquería de escritores y les digo que lo único que nos queda es tirar las botellas al mar con un mensaje. Cada libro es una botella al mar. Y el verdadero sueño literario de todo escritor es tener un lector, uno aunque sea.

Dura, violenta, poco convencional, pero también una historia de amor. ¿Eso es su novela?

La historia de Amparito es un vistazo rápido por los iconos barriales. Antes que novela negra, antes que novela de amor, es el cuento que puedes contar sobre el bedel de tu edificio o la mujer ilegal que anda por tu barrio o el niño prodigio que conoces.

¿Podremos decir que su género más habitual es el no género?

Una de las cosas que dicen de mis libros es que soy inclasificable lo cual me hace poner una cara de «¿me estás elogiando o todo lo contrario?». No tengo ningún tipo de complejo, de deuda, con ningún género ni me provoca ninguna empatía ningún género en especial. Yo me dejo llevar y nunca digo que no cuando la novela se desquicia. Ahora, en general, los lectores y los críticos lo ven como una suerte de trampa que hago: te invito a pasar a un palacio y te acabo llevando a una chabola. Pero es mi puta cabeza. No hay trampa. No la controlo.

Una novela que se vende mucho es buena y una novela que se vende poco es mala. Desmonte esta idea.

El tema de las ventas y el marketing me tiene sin cuidado y no lo controlo para nada. No pienso en eso. Yo trabajé mucho tiempo en publicidad, pero luego cambié los números por las letras. En este caso, me importa que Amparito conecte, que haga llorar y reír, que te abrace y que te quiera, que mis libros vuelen y ya encontrarán sus lectores sean 2, 1.000 o 10.000. Eso no debe inquietar al escritor auténtico.

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