El Museo del Prado, el templo de la pintura, se abre a la fotografía en la primera exposición de la celebración de su bicentenario con la muestra Doce fotógrafos en el Museo del Prado, de artistas contemporáneos que dialogan con el arte del pasado, con diversas colecciones de la institución.

«Sin el Prado sería difícil de entender la evolución del arte occidental hasta nuestros días, porque siempre ha sido fuente de inspiración para los pintores de todos los tiempos», explicó ayer el director de la pinacoteca, Miguel Famolir, durante la presentación de la muestra, que se inaugura hoy. «El Prado tiene que trabajar con artistas contemporáneos porque son los interlocutores de la sociedad con el museo», precisa Falomir, quien agradeció la labor la labor de la Fundación Amigos del Museo del Prado, que ha participado en la muestra, junto con Japan Tobacco International. Doce fotógrafos en el Museo del Prado ha sido comisariada por Francisco Calvo Serraller.

Así, estos doce fotógrafos contemporáneos de diferentes generaciones, José Manuel Ballesteros, Bleda y Rosa, Javier Campano, Juan Fontcuberta, Alberto García-Alix, Pierre Gonnord, Chema Madoz, Cristina de Middel, Isabel Muñoz, Aitor Ortiz, Pilar Pequeño y Javier Vallhonrat, son los artistas que durante días han recorrido las salas del Prado buscando inspiración para este diálogo o reinterpretación de cuadros, autores, salas y espacios del museo. En total son 24 fotografías, dos por cada artista, que están situadas en la galería baja norte del edificio Villanueva del Museo del Prado.

El comisario Calvo Serraller, antes de comentar la exposición mandó un mensaje: «Quien dice que solo le gusta el arte contemporáneo o solo el tradicional no conoce el arte en absoluto».

«La actualización de los fondos históricos es fundamental», afirma Calvo Serraller, para quien esta exposición es «magnífica» porque plantea la creación de obras en el propio espacio en el que se expone el arte y hace que se produzcan diálogos directos entre artistas.

Las superposiciones de retratos de miembros de una misma dinastía que realiza la alicantina Cristina de Middel dan como resultado una especie de monstruo. Se crea una imagen abstracta que destaca los rasgos característicos de esta familia en lo que supone una referencia a la endogamia y la perpetuación del poder en las mismas manos a lo largo del tiempo.