Una oreja cortó ayer Manzanares en la tercera de la Feria de San Mateo de Logroño, igual que sus compañeros de paseíllo, Enrique Ponce y Andrés Roca Rey, en una corrida que fue a menos por la falta de casta y pocas fuerzas de los toros de Juan Pedro Domecq.

Manzanares estuvo en la línea de la plasticidad sin ajuste frente a su primero, un toro noblote, manejable, con el que estuvo fácil y solvente alterando los dos pitones. No fue una faena para tirar cohetes, ni redonda ni rotunda, pero sí hubo pasajes de toreo bello y templado, suficientes para que los tendidos prendieran con lo que hizo el alicantino, que cortó una oreja.

Todo lo contrario ocurrió con el descastadísimo y blando quinto, con el que Manzanares se alargó demasiado en un sinsentido, pues el animal, parado, remiso y aplomado, no fue oponente propicio. Tampoco él dijo gran cosa a pesar del largo metraje del trasteo.

Se lidiaron cuatro toros de Juan Pedro Domecq y dos -primero y quinto- de Parladé.