Alrededor de tres cuartos de aforo cubierto en la amplia plaza de toros de Murcia en tarde con viento molesto por momentos. Feo, muy feo, el sexteto de astados que envió el ganadero manchego Daniel Ruiz a tan importante cita, por marco y cartel. Ningún astado con remate, más bien todo lo contrario: cabezas destartaladas, cuartos traseros esmirriados? Y de juego, pues otro tanto. Salvo el más noblón aunque soso cuarto, el resto nunca acabó de entregarse en las telas.

Así las cosas, justo es decir que el peor enlotado se lo llevó el torero alicantino. El segundo, manso y huidizo en los primeros tercios,apenas le permitió enjaretarle un ramillete poderoso de verónicas de salida. La embestida suelta y abanta del castaño le dio un pitonazo en el pecho al subalterno Rafael Rosa, que le impidió continuar la lidia. Con la muleta surgió una primera tanda con la diestra por abajo que sorprendió por mando y poder. Pero, claro, a ese planteamiento solo resisten bravura y casta, y el animal no las tenía. Se rajó a la segunda tanda, y ya no hubo para más. Pinchazo, estocada caída y saludos de premio cariñoso.

El quinto también manseó, aunque en otro tono, con embestidas a la defensiva, calamocheando y acabando los viajes a media altura. Ni se entregó el astado en la franela ni tampoco Manzanares anduvo fresco de ideas y ánimos. Tres tandas despegadas por la derecha, otra serie vulgar con la zurda y una algo más apretada con la diestra para cerrar. Sin convencer ni convencerse. Media arriba y otra ovación saludada desde el tercio. Sigue la misma línea de los últimos meses: mala suerte en el sorteo, falta de frescura, desazón, abulia?

El Juli había realizado una faena aseada al toro más insulso del mundo, el que abrió plaza. Se le pidió una facilona oreja que no fue concedida, y quizá por ello el madrileño salió caliente ante el cuarto. Lo ve tan claro con la muleta que su facilicidad cuesta ya de trascender al tendido. Dos series mandonas por el pitón derecho dieron paso a dos al natural de alta nota, una por el relajo y la naturalidad, la otra por el mando y la largura. Luego ya se lió a circulares y cercanías para la galería y calentar al personal. Volapié algo trasero y dos orejas de premio.

Paco Ureña jugaba en casa, y lo dio todo desde que se abrió de capa ante el tercero. El planteamiento de sus faenas fue similar: presentar las telas muy de verdad, sin amaneramientos y dando la panza de la muleta a los astados para embeberlos con los vuelos y llevarlos atrás, donde rebosa la cadera. Ante tan noble apostura, a los toros solo les queda acabar embistiendo, rajarse o llevarse al torero por delante. El tercero de tanda fue devuelto por presuntos problemas de visión, y el sobrero no mejoró demasiado el panorama. Un quite por gaoneras en el centro del ruedo despertó al personal. Ya con la franela, estatuarios de inicio bien rematados con natural y pectoral. Siguió con la zocata, que es declaración de intenciones de rectitud y corazón. No salieron las dos primeras tandas limpias en demasía, pero con la muleta montada en la derecha llegó el mando y la largura. Cite con medio pecho, muleta adelantada al hocico, y tirando para alargar la embestida. Otra serie al natural, más reunida y circulares finales, rematados con un espadazo desprendido pero eficaz. Dos orejas.

El sexto, abierto de cuerna, bastote y feo, no paró de calamochear en las telas desde que saltó a la arena. Dos pases cambiados por la espalda para comenzar el trasteo de muleta y dar paso a dos series con la derecha sensacionales. Temple para limar cabeceos del astado. Una tanda al natural de notable conjunción y otra derecha contundente, muy por abajo. Los de pecho se sucedieron portentosos, a la hombrera contraria. Bernadinas apretadas, estocada algo caída y otras dos orejas para el profeta Ureña en su murciana tierra.