La Reina del Soul, Aretha Franklin, apareció ayer ataviada con un brillante vestido dorado y unos zapatos de tacón con lentejuelas para su glamurosa despedida final en su funeral en una iglesia de Detroit, adonde su féretro llegó en un antiguo Cadillac blanco.

El vehículo en el que llegó el féretro de Franklin es famoso por haber transportado en su funeral a importantes figuras, como la activista por los derechos civiles Rosa Parks, que en 1955 se negó a levantarse de un asiento de autobús reservado para los blancos, lo que provocó protestas contra la segregación.

El padre de la artista, el reverendo Clarence LaVaughn Franklin, también fue transportado a su funeral en el mismo coche en 1984.

Fallecida el 16 de agosto, la cantante ha lucido diferentes atuendos en los diferentes actos de homenaje celebrados en Detroit esta semana: un vestido rojo el martes, otro azul el miércoles y uno de color rosa el jueves, cuando fue recordada en la iglesia bautista de New Bethel, donde su padre fue pastor.

El funeral de Franklin se celebró ayer en Greater Grace Temple, una iglesia en la zona este de Detroit con capacidad para 4.000 personas y donde en 2005 se desarrollaron las exequias de Parks.

El expresidente de EE UU Bill Clinton (1993-2001) fue uno de los oradores que intervinieron en el funeral, al que solo han sido invitados la familia y amigos de la cantante, así como personalidades del mundo de la política, la música y los derechos civiles.

Según informaron los parientes y la representante de Franklin, el antiguo fiscal general de EE UU Eric Holder, el cantante Smokey Robinson y los reverendos Jesse Jackson y Al Sharpton también intervinieron durante la ceremonia.

El funeral también contó con numerosas estrellas de la canción, entre ellas Stevie Wonder, Faith Hill, Ronald Isley, Chaka Khan, Jennifer Hudson y Ariana Grande.

Tras la ceremonia, Franklin fue sepultada en el cementerio de Woodlawn en Detroit, junto con varios miembros de su familia. En Woodlawn también descansan los restos de Parks.

Franklin falleció en su casa de Detroit, víctima de un cáncer de páncreas que había mantenido con suma discreción.