Escuchar música no solo tiene probados efectos a la hora de modificar nuestro estado de ánimo, sino que además está científicamente demostrado que unas notas bien acompasadas pueden servir de estímulo para despertar nuestra inteligencia e influir en nuestro modo de encarar la vida. Anoche, además, la música que invadió el estado municipal Guillermo Amor de Benidorm sirvió de catarsis, de liberación colectiva para muchos de quienes allí estuvieron. Porque el concierto que Ricky Martin ofreció en la ciudad de los rascacielos fue un auténtico viaje en el tiempo, el regreso a una época en la que algunos nos estrenábamos en la adolescencia y aún soñábamos con que llegara nuestro momento de «living la vida loca».

Alrededor de diez mil personas participaron en esta especie de ritual y no dejaron de mover las caderas intentando seguir el ritmo al puertorriqueño, que a sus 46 años dejó ver que el tiempo parece haber pasado solo para algunos y que él, a pesar de todo, sigue siendo incombustible. Sólo le hizo falta una frase para levantar al público que desde hacía horas estuvo haciendo cola para acceder al estadio: «Un, dos, tres...». Y, sin dudarlo, después de pagar entre 53 y 185 euros por volver a ver a Ricky Martin casi 25 años después de la primera vez en Benidorm, todos respondieron al unísono dando un pasito «p'alante».

El ritmo de María, esa canción que le lanzó al estrellato mundial en 1995 y a día de hoy todavía sigue sin poder faltar en la barra libre de una boda o el repertorio de cualquier orquesta digna de animar unas fiestas de pueblo, fue el primero de los grandes éxitos con los que Ricky Martin no quiso defraudar anoche a sus fans. «Voy a dejarme el alma en este escenario para que volemos», dijo a un público entregado. Después de las presentaciones, siguieron en cascada temas con ritmos electrolatinos y baladas romanticonas que han ido marcando una a una todas las etapas posteriores de su carrera. Jaleo; Livin' la vida loca; Love you for a day; Pégate; La Copa de la Vida; She Bangs; Tu recuerdo; La Bomba;Vuelve o Por arriba, por abajo, no faltaron.

Pero el intérprete laureado con varios premios grammy sabe que no solo de recuerdos vive el hombre -frase demasiado manida en este caso, teniendo en cuenta que su público es mayoritariamente femenino-. Por eso, también trajo a Benidorm otros títulos más actuales, como Fiebre, FiebreDisparo al corazón o Vente pa' ca, que popularizó junto «reguetonero» Maluma para llegar también a un público más joven. Otro de sus últimos hits, La Mordidita, puso el broche a un espectáculo que los fans de Ricky Martin tardarán tiempo en olvidar.

Porque además de todo lo mencionado anteriormente, lo de anoche estuvo acompañado de todos los elementos que cualquier buen espectáculo de corte pop necesita vender. Hubo numerosos cambios de vestuario, entre los que se no faltó una bata de satén dorada -¿?- para cantar los «que sin ti la vida se me va», «que me falta el aire si tú no estás» o el «nadie ocupará tu lugar» de la melodramática Vuelve. Hubo espontánea, Sonia, de Callosa de Segura, a la que Ricky Martin invitó al escenario para darle al esqueleto con su She bangs.

Los clásicos se valieron del mito de Orfeo para popularizar esa frase que dice que la música amansa las fieras. De haber estado anoche en Benidorm, habrían puesto en duda sus propias teorías después de ver al público bailar sin freno durante más de hora y media. A eso lo llamarían el efecto del Incombustible Martin.