La vida es un deporte de alto riesgo que hay que jugar con deportividad, cierta ingenuidad y, sobre todo, humor, proclama Javier Gomá (Bilbao, 1965), autor del exitoso monólogo Inconsolable. Por ello insiste en que «nacer es vencer a la nada», y recomienda sin dudarlo como libro de autoayuda para ser feliz El Banquete de Platón. Mientras se desmarca de quienes rinden culto absoluto a la juventud y se pasan años y años amargados sin saber disfrutar de la vejez, Gomá eleva a los altares a Rembrandt por haber sido el gran retratista de sí mismo en diferentes etapas de su vida, cada una de ellas igualmente merecedoras de un disfrute pleno.

¿Cómo ha vivido la reciente representación en el teatro Romea de Madrid de su monólogo Inconsolable

R Ha sido una experiencia bendecida por la emoción del estreno. La obra se llevó también a Bilbao y a Barcelona.

¿Qué razones le movieron a escribir Humana perduración

Al terminar Tetralogía de la ejemplaridad quise añadir lo que pensaba de la ejemplaridad póstuma que es al final la imagen de tu vida y me lancé a escribir este libro con un monólogo que es un tributo a la vida de mi padre.

¿En qué cambió su concepción teórica de nuestro paso por el mundo al perder a su padre?

No cambió mi marco teórico de la muerte pero sí la experiencia que supone el vivir un duelo de 40 días.

¿Hay para usted a partir de ese suceso un antes y un después?

Sí. Es la sensación de orfandad que te invade al desconectarte definitivamente de tu infancia.

¿Cuál es la gran lección que nos aporta la muerte?

Que la vida no es una fórmula matemática, es un partido que hay que jugar y para el que es necesario desarrollar el sentido de la deportividad. La vida es sin duda un deporte de alto riesgo.

Si al final vamos a morir, ¿de qué nos sirve la ejemplaridad que usted tanto ensalza?

Ejemplaridad es dignidad. No se trata de acumular vida sino de acumular vida humana. No hay que darle más años a la vida sino más vida a los años para no convertirnos en vegetales.

¿Merece realmente la pena haber nacido a tenor de la lucha permanente que supone una vida que siempre acaba mal?

Haber nacido ya es haber vencido a la nada. Está el dios cristiano que es eterno, los dioses griegos que son inmortales pero que han nacido porque tienen árbol genealógico y el ser humano que muere pero que tiene la posibilidad de vivir una vida rica consciente de sí mismo y con dignidad moral.

Pero aunque la venzamos al nacer, lo cierto es que volvemos a la nada.

Lo único que perdura es el arte y esa imagen de tu vida, la ejemplaridad, a la que aludo en mi libro.

¿Cree usted en un dios que nos da la vida después de la muerte?

Más que creer tengo confianza en la existencia de un dios interpersonal, no en un dios físico que crea el mundo y al que se le podría preguntar por qué lo ha hecho tan mal.

¿Qué nos aporta la sabiduría para andar por la vida?

El arte de vivir de forma prudencial y armoniosa. La sabiduría hace que si no logramos ser felices por lo menos seamos dignos de serlo.

¿Cuáles son los ingredientes necesarios para alcanzar una vida gozosamente plena?

La felicidad es un término tramposo porque nadie es feliz. Tan solo se tiende a un estado de mejor satisfacción. Para alcanzar una existencia plena es necesario no tener deudas con la vida y permitir que cada época tenga su razón de ser.

¿Cómo se logra eso?

Viviendo la infancia como un niño, la adolescencia como un joven y la vejez, tal cual es. Esa es mi receta frente a la tendencia actual de ensalzar únicamente la juventud como el culmen de la vida. Y como la juventud es corta te pasas después 60 años con la sensación de que la vida te debe algo, amargado y resentido ignorando las posibilidades que abre la vejez para disfrutar. Como dice la Biblia de los patriarcas, después de tener una larga vida hay que morir no cansado de la vida sino colmado de años.

Vayamos al grano y recomiéndeme un libro de autoayuda para poder ser feliz.

Acabo de releer El Banquete de Platón y emana tal gracia, gozo y picardía combinado todo ello con un pensamiento que es amigo de la vida que si no te hace feliz por lo menos hace tu vida más gozosa.

Deme una receta útil para que mi vida sea más gozosa.

Apostar por la ingenuidad aprendida que plasmé en un libro y que no es más que un grito de guerra reivindicando vivir con una cierta ingenuidad alejada de la estupidez o la candidez.

¿Para qué tengo que potenciar mi propia individualidad?

R La individualidad es la última y suprema evolución de la vida desde sus formas más elementales.

¿Puede llegar a ser más deseable la infelicidad que la felicidad?

La dignidad está por encima de la felicidad. Y si uno tuviera que elegir entre ser feliz de un modo seriado, robotizado, mecánico o eufórico gracias a un fármaco, por ejemplo, o infeliz cada uno a su manera, la mayoría elegiría lo segundo.

¿Qué lección de vida nos aportan los autorretratos de Rembrandt?

La muerte es un invento moderno. Siempre se ha muerto la gente pero era parte del cosmos y nada importante ocurría cuando alguien moría. De repente, el hombre dejó de admitir ser parte del cosmos y nació la subjetividad moderna que denuncia la indignidad del sepulcro. Nació así el sentido de la vida. Por primera vez los retratos muestran las marcas individuales de la vejez que lleva a la mortalidad y Rembrandt lo hace con una maestría total al representarse durante años como una entidad mortal.

Señor Gomá: sitúe por favor el papel del humor en la escala de valores de nuestra vida.

Tiene un papel central. Hay que apostar por el humor y por la ironía en su máxima expresión que es la autoironía, no por la broma a costa de otros. El humor es el test que tiene que superar el entusiasmo para que no se convierta en fanatismo. La primera víctima de los totalitarismos es el humor y hay que estar alerta con el totalitarismo del ego. Al ego hay que embridarlo para dejar espacio al otro. Más que ser libres hay que saber ser libres juntos.

Pocos españoles se atreven a proclamar que Cervantes es superior a Shakespeare. ¿Es porque somos unos acomplejados?

Y lo es. En Shakespeare prevalece la negatividad y en Cervantes se combinan con maestría la ironía y el humor prevaleciendo siempre una tendencia a mejorar. No es que seamos acomplejados, pero es cierto que nuestra evolución hacia la modernidad ha dado algunos rodeos que no hicieron falta en otros países de Europa.

¿Por qué nos gusta tanto que nos escuchen?

Por una sed de reconocimiento que tenemos todos para salir del anonimato y de la invisibilidad.

Pero, ¿sabemos hablar a los demás para interesarles con nuestro discurso?

Hay de todo. Habría que ponerse en el lugar del que escucha, echar mano de la autoironía y la amenidad y, sobre todo, no tratar al otro como si fuese un muro. Lo que me preocupa es conocer hasta qué punto sabemos utilizar el préstamo de atención que se debería devolver con intereses. El español no ha sido un buen gestor de la atención ajena.