Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Discreto Manzanares en València

El diestro alicantino no tuvo su mejor día en la Feria de Julio, en la que sí triunfa Roca Rey con dos orejas

El alicantino Manzanares, ayer, en un momento de su faena en València. antonio vigueras

El diestro peruano Andrés Roca Rey, que salió a hombros tras cortarle las dos orejas al sexto toro de Núñez del Cuvillo, salvó in extremis la que hasta ese momento era una opaca tarde de figuras del toreo con la que se cerraba ayer la breve feria de Julio de València.

La faena del joven suramericano, que hizo todo un despliegue de determinación, seguridad y desparpajo, vino a recompensar al público que casi llenó la plaza de las dos tediosas horas de festejo transcurridas, por lo que agradecieron con mayor entusiasmo si cabe todo cuanto vieron en la arena en ese último turno.

Y es que Roca, que tampoco había estado acertado, sino más bien apurado, ante el áspero tercer toro de la tarde, salió dispuesto a triunfar desde el primer momento con ese sexto de pelo jabonero. Fácil con el capote en el saludo, el limeño galleó por tapatías para llevarlo al picador y abrió la faena de muleta con unos ajustados e impávidos estatuarios, a los que el astado acudió con brusquedad y a cuyo remate hizo amago de rajarse camino de tablas.

La contundente y limpia estocada con que se cerró la faena desembocó en la lógica petición de las dos orejas y una generosa y exagerada vuelta al ruedo para el toro en el arrastre, entre las ovaciones de un público que se sintió así resarcido de todo el tedio anterior.

No obstante, Roca Rey se asentó con firmeza y, sin quitarle el engaño de la cara, logró disuadirle de la rendición y, a base de exigir, aún le sacó el que parecía inexistente fondo de casta, ese que hizo aguantar al animal la larga faena del peruano.

Y es que en los cinco turnos anteriores hubo muy pocos detalles que reseñar o resaltar, a pesar de que en la corrida de Cuvillo salieron varios ejemplares con notables opciones de triunfo, especialmente los dos de José María Manzanares (de azul noche y oro: dos pinchazos y estocada -silencio tras aviso-; pinchazo y estocada -ovación tras aviso-).

Pero, aparte de que, raramente, no acertara a matar a la primera a ninguno de los dos, el alicantino se alargó en dos faenas destempladas y plagadas de altibajos, con visibles desajustes técnicos que le impidieron cuajar como merecían a un segundo toro de mucha calidad y a un quinto encastado al que nunca logró someter ni atemperar.

Por su parte, Sebastián Castella sorteó el lote más deslucido de la corrida, ya que su primero se rajó pronto y el cuarto apenas tuvo fondo ni empuje para desarrollar la gran clase que apuntó en los primeros compases de la lidia. Más allá de sus virtudes o defectos, el veterano espada francés se dilató con ambos en dos trabajos tan machacones como anodinos.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats