Ha habido suerte. El agua está cristalina, la visibilidad es perfecta y el termómetro marca 17 grados. La casi media hora que las condiciones de seguridad permiten estar bajo el agua a 25 metros sin pasar por el protocolo de descompresión se ha aprovechado al máximo. El trabajo realizado es casi tres veces el que se puede desarrollar un día con el agua turbia. José Antonio Moya y Alejandro Pérez salen del agua satisfechos. Han podido retirar unas quince rejas más de las setenta que cubren la zona excavada del Bou Ferrer a lo largo del año. Esta acción forma parte de los trabajos de preparación para abrir a las visitas el pecio romano hundido a un kilómetro de la costa de La Vila Joiosa a mediados del primer siglo de nuestra era.

Será el próximo 4 de agosto cuando se inicien, por sexto año consecutivo, las inmersiones turísticas a este yacimiento subacuático, único en toda España por su conservación, su tipología y por estar a una profundidad que facilita el acceso de forma relativamente sencilla. A lo largo de dos semanas, Moya, coordinador del proyecto y responsable de la documentación y difusión de esta excavación, y Pérez, voluntario de Vilamuseu, han trabajado en condiciones de mar muy dispares para retirar la protección del Bou Ferrer y colocar las boyas de señalización.

Los dos primeros grupos de la temporada, de cinco personas cada uno junto a un técnico, se sumergirán el sábado y a partir de ahí la visita se repetirá todos los fines de semana hasta el 30 de septiembre. Todos ellos -procedentes de ciudades y países diferentes atraídos por esta peculiar oferta, que deben tener titulación avanzada, 35 inmersiones registradas y dar un donativo de al menos 50 euros- tendrán la oportunidad de disfrutar de este paisaje submarino que cuenta la historia del Bou Ferrer, declarado BIC en 2015 e incluido por la Unesco en 2017 en el registro de buenas prácticas.

Este año, además, podrán ver completa la trinchera transversal, «una franja excavada de babor a estribor que mide 22 metros de largo por 7 de ancho», apunta Moya que señala que el barco debía medir unos 30 metros de eslora y 12 de ancho, una nave enorme para su época. que además portaba más de 200 toneladas de peso, entre las cerca de 5.000 ánforas y los lingotes de plomo que transportaba.

El proyecto que dirigen los arqueólogos Carlos de Juan y Franca Cibecchini ha conseguido el respaldo firme de la Conselleria de Cultura, el Ayuntamiento (a través de Vilamuseu) y el Club Náutico de La Vila Joiosa, y la Universidad de Alicante.

El director de Vilamuseo, Antonio Espinosa, recuerda la historia de este pecio. «Es uno de los mayores barcos que se conocen de la época y propiedad de Nerón». Partió desde Cádiz con destino al puerto romano de Ostia, trayecto que realizaban en tan solo ocho días y con una tripulación de seis o siete personas, «cargado con lingotes de plomo de Sierra Morena, que pesan más de 60 kilos cada uno, con las marcas imperiales de Nerón y con miles de ánforas de salsa de pescado». Un problema en la embarcación o un temporal llevaron la nave, que no tenía remos solo velas, cerca del puerto de Allón, ahora La Vila Joiosa, y cuando estaba a 1 kilómetro de la costa se hundió. «Para ellos fue una catástrofe, pero para nosotros una enorme suerte porque lo normal es que estos barcos se hundan lejos de la costa».

Excavación en septiembre

Carlos de Juan, director del proyecto además de profesor de un curso de arqueología subacuática para estudiantes alemanes, que han podido vivir la experiencia de bucear alrededor del pecio, volverá a encabezar durante el mes de septiembre la campaña anual de excavaciones que contará de nuevo con el barco Tetis que la Generalitat de Cataluña cede para esta misión.

«En los últimos 5 años hemos trabajado en la trinchera transversal que cruza el yacimiento y ahora vamos a centrarnos en la zona que podía ser la cocina, donde hacían vida los tripulantes, a ver qué encontramos».

También intentarán confirmar que se trata de la popa e ir fijando el tamaño exacto del barco. «Uno de los objetivos del proyecto científico es poder reseñar el barco con sus dimensiones y sus formas reales, cómo era de verdad». De momento, los resultados de las investigaciones se presentarán en el mes de octubre en un congreso en Marsella.

Entonces el Bou Ferrer volverá a estar cubierto de rejas que lo protegen y recibirá una vez al mes la visita de los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil que velan porque los expolios sean historia.