Les une precisamente lo mismo que les separa: su concepción de arte multidisciplinar, la interpretación del proceso creativo, el resultado, la obra. Pero todos buscan un «hogar», un espacio en el que desarrollar su creatividad o en el que quitar maleza del camino a seguir. Y Alicante se lo ha dado a través de dos residencias artísticas, unas Plus IV, en el MUA, destinadas a la producción, y otras, A Quemarropa, dirigidas a la formación, que se desarrollan en Las Cigarreras.

Las primeras, en su cuarta edición, han acogido a seis artistas (dos trabajan como colectivo) y, con dos semanas de duración, finalizaron ayer. Las segundas, por quinto año consecutivo, dieron el pistoletazo de salida el pasado lunes con diez artistas y se extienden hasta el día 29.

La veteranía es un grado y A Quemarropa, que nació y creció como iniciativa privada, ha sumado este año al respaldo municipal el apoyo del Consorcio de Museos, como principal patrocinador, además de la Universidad Miguel Hernández, el MACA y Casa Mediterráneo. Y al frente continuan Miriam Martínez Guirao y Ana Pastor, junto a Juan Fuster y Saúl Sellés, que apuntan que en esta edición «le hemos querido dar un carácter propio de ámbito mediterráneo».

Fueron alrededor de un centenar de peticiones de artistas las que se presentaron este año, «un 20 por ciento procedentes del extranjero».

Entre ellos fueron elegidos la argelina Mouna Bennamani, a través de Casa Mediterráneo y del Instituto Cervantes de Argelia, y su compatriota Mehdi Djelil. «Es una experiencia rica e intensa -apunta Benamani, que acaba de realizar una residencia artística en el Cervantes de su país sobre el Guernica-; aquí encontramos artistas muy interesantes, además de galeristas o críticos que nos pueden enseñar a desarrollar nuestros proyectos».

Esta creadora, «esencialmente pintora, aunque ahora hago esculturas de papel», destaca que existe una relación diferente con la obra en su país. «Allí es más intuitivo y aquí estoy aprendiendo a fijarme más en el proceso que en el resultado y esto es, sobre todo, lo que me voy a llevar», asegura esta joven artista que está trabajando en la sacralización de los símbolos en el mundo.

Del otro lado del charco, de Chile, viene Yordi Vieyte, a quien le llamó la atención que es una residencia «de formación, no de producción, y te permite entender las percepciones que tienen otros sobre tu propio arte». En su caso, ha viajado con el proyecto Paisaje financiero, con el que busca «visualizar la percepción de los ciudadanos del dispositivo dinero a través de la imagen de los cajeros», como una crítica al capitalismo.

Raquel Algaba es madrileña, pero actualmente participa en las residencias artísticas BilbaoArte, que tienen una duración de seis meses, en las que ha hecho un paréntesis para estar en A Quemarropa. «Me gusta el encuentro con profesionales de muchos sectores relacionados con el arte y que por regla general las residencias son de producción y esta no».

Su trabajo se centra en el dibujo y la instalación, aunque en Alicante «voy a ejecutar unos bocetos para que se vea el proceso de trabajo que estoy realizando ahora».

El más veterano de los «residentes» es Alberto Lomas, con una trayectoria ya artística que ralentizó, aunque sin abandonar del todo, durante 15 años. Ahora ha vuelto y este creador de Vitoria residente en Bilbao quiere «contrastar» lo que hace «con otras generaciones y otros entornos, para alejarme de mi espacio habitual». Para él, es más «una residencia de intercambio de ideas y experiencias, tanto con los artistas como con los invitados que vienen».

Este plantel de nombres consagrados que comparte experiencia con los residentes es una de las claves de estos encuentros. Ayer mantuvieron una reunión con la artista Eva Lootz, Premio Nacional de Artes Plásticas. Antes fue con el crítico Pedro Medina, y hoy toca turno con el artista de Almoradí Daniel G. Andújar. También pasarán por Las Cigarreras los artistas Isidro Blasco, Olga Diego y Pablo Bellot o el productor de teatro y televisión Xavi Crespo.

El próximo viernes se inaugurará la exposición con los proyectos que han traído o que van a producir aquí.

Unos empiezan y otros acaban. Los seis artistas que durante dos semanas han vivido con y para el arte en las residencias Plus IV del MUA, coordinadas por Bernabé Gómez, ultimaban sus propuestas que finalmente se mostrarán en el propio museo en septiembre.

David Scognamiglio es italiano, de Bolonia, pero vive en Barcelona donde cursa un máster. Lo suyo son las instalaciones y las estructuras. «Las residencias son una herramienta muy interesante para conocer la idiosincrasia del lugar y una oportunidad de establecer lazos afectivos y profesionales, además en un espacio muy interesante cuya arquitectura en sí es un gran estímulo para el artista».

Están de acuerdo Diana Lozano y Álvaro Jaén, colectivo DIMASLA, que consideran el propio museo un elemento más de su propuesta. «Ponemos en marcha un proceso de creación dentro del propio contexto del museo, de manera que la actividad de este centro es parte de ese proceso». Parten de pintura pero luego la propusta alcanza la escultura y las relaciones arquitectónicas.

Lo mejor de este encuentro, «las relaciones interpersonales porque estar en cosas como esta te ayuda a ver otras perspectivas y asumir retos», apuntan.

Vilero de nacimiento, pero de familia alemana, Leonardo Ahr, trabaja sobre cuestiones del territorio y cómo ha intervenido el hombre en la idea de paisaje. «Trabajo con el mapa invisible de nuestros movimientos y cómo afectan al abandono de ciertas zonas». Ese era el eje de su investigación en la Facultad de Bellas Artes de Altea y sigue siéndolo.

«Para mí ha sido un empuje grande encontrarme directamente con otros artistas, cada uno tiene su visión del arte y cada uno encuentra su sitio, y eso me motiva para continuar».

Mise es el nombre artístico de este alicantino que buscaba «una experiencia y poder relacionarme con otros artistas, además es una plataforma que te da visibilidad». Trabaja la pintura mural, por lo que sus proyectos son efímeros, «pero no me importa, al final te queda la experiencia y la fotografía». Para la exposición de estas residencias, Mise trabajará directamente en una de las paredes de la sala, algo que viene «porque lo que hacía antes era grafiti y de ahí quedado el hecho de buscar espacios exteriores».

Completa el grupo de residentes en el MUA Rafael Fuster, que trabaja habitualmente el reciclaje con desechos de metal que va encontrando. «Reutilizo y reinterpreto esos desechos y a través del cromatismo cambio su apariencia con una visión irónica».

Para este artista, lo importante de esta experiencia es «conocer espacios así, situarlos en el mapa y ver que existen y que están a disposición de la gente, además de conocer a otros artistas, ver qué hace otra gente de tu generación, y los encuentros con galeristas y comisarios».