Como un arqueólogo, Gerardo Muñoz araña la tierra para descubrir un pedazo de la historia de Alicante cada lunes, ininterrumpidamente desde hace cinco años y medio, en los artículos que publica en este diario bajo el epígrafe de Momentos de Alicante. El primero que escribió, recuerda, fue sobre los albores del espiritismo en Alicante en el siglo XIX, pero también aborda en sus textos temas tan terrenales como el último escrito esta semana: un homicidio ocurrido en 1931 en Villafranqueza por una disputa de 30 duros. En total, 280 textos.

Tras un primer libro editado por el Instituto Gil-Albert con los primeros artículos de 2013, el escritor Gerardo Muñoz (Melilla, 1955) recopila ahora los publicados durante 2014 en Episodios de la ciudad de Alicante, bajo el sello Sargantana. Con este libro se estrena de nuevo el Fórum 80 Mundos tras el descanso de las Hogueras y con la nueva gerencia de la librería alicantina. La presentación será a las 20 horas, a cargo del autor, que estará acompañado del arqueólogo y director del MARQ, Manuel Olcina, y del periodista y director general de Contenidos de INFORMACIÓN, Juan R. Gil.

La idea es continuar publicando los sucesivos «cuando se pueda, cada equis años» pero de momento ofrece otros 51 textos de 2014 «para que quienes tengan curiosidad o los hayan seguido en el periódico tengan la posibilidad de tenerlos recopilados», señala Muñoz, que reconoce que escribirlos cada lunes «es un regalo».

«Sobre la ciudad de Alicante se ha escrito muchísimo, sobre todo cronistas oficiales como Enrique Cutillas o Cerdán Tato, y desde que el periódico me lo propuso he procurado darle un estilo propio a las historias de la ciudad», explica el autor, que no se fijado tanto «en hitos o personajes conocidos» sino «en hechos más cotidianos, cosas curiosas que saco de los archivos, el municipal y el provincial, y de las hemerotecas, donde descubro protagonistas anónimos que explican la ciudad en esos momentos. No rehúyo a los personajes célebres ni a hechos emblemáticos de la ciudad, pero eso lo hago tangencialmente porque prefiero ir a las microhistorias de personas menos conocidas que sin embargo plasman la vida cotidiana en esos momentos».

Este volumen, ordenado cronológicamente, abarca 20 siglos de historia que empiezan con la desaparición de la antigua ciudad de Lucentum, «abandonada por sus pobladores», entre los siglos I y III de nuestra era, y termina recordando cómo se vivió el 23-F en Alicante «y cómo Paco Huesca, con sus bigotes, mantuvo abiertos los minicines Astoria incumpliendo la prohibición de Milans del Bosch» y programando Viva la muerte de Arrabal en la sala 2 para 56 personas e Hiroshima mon amour en la sala 1 para una pareja.

Aunque el trabajo investigador de documentación conlleva sus momentos de rutina o hartazgo, en el proceso «siempre encuentras cosas muy curiosas y personajes peculiares que han hecho sus cositas», apunta, y cita como ejemplo a Caracortá, «un personaje anónimo del hampa alicantino que hizo sus fechorías y que explica ese submundo de la delincuencia en la ciudad a principios del siglo XX»; o a Amanda, la primera mujer detenida en Alicante por llevar bikini en la playa en los años 50, que sufrió 15 días de arresto.

En Episodios de la ciudad de Alicante se cuentan hechos de relevancia histórica, como la reunión que mantuvieron Jaime I de Aragón y Alfonso X de Castilla en una mansión de la calle Mayor, la visita de Francisco I de Francia siendo prisionero o cómo murió el capitán Alberola -para cuyo artículo Muñoz buceó en los archivos de Segovia. Pero también se recogen «historias como la familia de maestros Corona; cuándo llegaron los retretes, el teléfono o las bicicletas a Alicante, o cómo se formó el Cuerpo de Bomberos de Alicante. Son hechos cotidianos que nadie se pregunta pero que tienen su origen».

En todos los artículos, como apunta en el prólogo Juan R. Gil, Muñoz saca «el periodista que lleva dentro» y que frena parcialmente al novelista que es, «aunque siempre escribo procurando que sea un poco novelado, siendo fiel a la historia», señala el autor de una docena de novelas y otros tantos ensayos.

«Al final -subraya Gerardo Muñoz- la protagonista de todos los artículos es Alicante», una ciudad que no le vio nacer y donde él eligió vivir en el año 1981, justo detrás de las ruinas de Lucentum: «Vi lo poco que se sabía de estas ruinas, allí ubiqué mi primera novela (El fantasma de Lucentum), y como soy de natural curioso me aficioné a querer saber más. Alicante tiene un fondo histórico enorme todavía por descubrir y gracias a gente como Manuel Olcina en el MARQ vamos sabiendo cada vez más cosas»

En estos cinco años y medio, Muñoz asegura haber «aprendido mucho de la historia de la ciudad para quererla aún más. Yo, que no he nacido en Alicante, que me vine voluntariamente a vivir aquí hace años porque así lo elegí, me sorprendo de que aún haya alicantinos que no tengan interés en conocer su historia y creo que debería aprenderse más».

El escritor también se sorprende de que un parque arqueológico como el de Lucentum, en el Tossal de Manises en la Albufereta, siga siendo un desconocido para muchos. «Es de los más importantes y no le damos el valor que tiene. El castillo de Santa Bárbara es el emblema de la ciudad, pero aquí hay también siglos de historia», lamenta.

No es ningún secreto que este escritor melillense sepa de Alicante mucho más que la mayoría de alicantinos tras bucear en sus archivos y considera que, aunque apenas exista documentación de la época medieval ni por supuesto musulmana, «quedan aún miles de legajos donde buscar más sobre la historia de la ciudad».

A su juicio, Alicante es una ciudad muy hospitalaria que podría exhibir más sus orígenes y presumir de ellos. «Los alicantinos no han sabido conservar bien su historia . Al derribar las murallas de la ciudad se derribó todo, no quedó ningún vestigio. Hemos sido un poco radicales ahí», apunta el cronista de la ciudad sin serlo, un cargo sin ocupante oficial desde la muerte de Cerdán Tato.

Muñoz deja claro que sus artículos «no son crónicas oficiales» pero reivindica esta figura como algo necesario para cualquier ciudad. «Tiene sentido que haya un cronista oficial como un título honorífico porque las crónicas oficiales de Alicante que existen y se han publicado empiezan con Viravens en 1900 y acaban con Cutillas en 1976», concluye.