...    
Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El efecto balsámico Manzanares

El diestro alicantino sale a hombros tras realizar la faena de la tarde al quinto de Juan Pedro Domecq - Diego Carretero lo acompaña en hombros tras cortar tres orejas la tarde su alternativa

50

Manzanares, por la puerta grande

Poco se habla del oprobio al que está siendo sometida la fiesta taurina, específicamente la Feria de San Juan, en esa nueva cadena llamada ÀPunt que se supone que quiere ser de todos los valencianos. Y tal actitud antiinformativa no va más que en detrimento de todos los que habitamos estas maravillosas tierras, porque la gran mayoría no podrán ver en «su» supuesta televisión todo lo acontecido en estos días en el espectáculo de pago que más público congrega durante las Hogueras en Alicante. Como ayer.

La necesaria redención

«¡Anda!, pero ¿al final hay novillada?» se soltó mi vecino de localidad cuando vio saltar a Ocioso, primero del lote de Manzanares. Cierto que el animal parecía esmirriaducho de carnes y se tapaba algo por la cara. El único, quizás, y recordé aquella socarronería del recordado maestro Miguel Lizón: «astisospechosos», cuanto menos. El recibo capotero resultó a la postre lo mejor del alicantino con el percal. Un ramillete de templadas verónicas, cuatro, con ese poso especial y rematadas con una larga. Algo le vio el torero para, tras brindar el toro a Toni Cabot y Manuel Ruano, irse a los medios y endosarle de primera una tanda bien templada. Pero la dulzura en el toro es peligrosa, porque pasa a ser edulcoración que acaba dando la cara, y entonces se suben los colores. El toro se vino abajo sin remisión, y nada hubo, porque era imposible.

Así las cosas, cuando saltó al ruedo Disparado, más de uno rezaba a deidades cristianas y paganas para que ocurriera un milagro. Y ocurrió. El astado lucía hechuras armónicas y, a pesar del escaso trapío, no regaló ninguna embestida gratis. El «zapatito» era de los bonitos, pero incómodos. Nada dejó con el capote, y recibió un solo puyazo cumplidor (como el resto). Ya con la muleta, no lo debió ver tan claro Manzanares, que no brindó la faena. Tras el tanteo previo saliéndose a los medios, la primera tanda ya apuntó las claves de la faena: la emoción de la embestida y el poder de la muleta en la mano diestra del alicantino. Por ese lado, con la espada montada, la muleta de Manzanares es látigo y caricia. Hubo varias series macizas de verdad. Hasta pudo bajar la mano el torero para someter. No hubo acople con la zurda, y por ahí se fue casi sin torear, salvo tres naturales meritorios. No admitía tropezar la tela el astado. La estocada eficaz reveló el doble trofeo. Otro año más.

Diego Carretero es un torero de Hellín con buenas maneras. Le falta rodaje y solventar, sobre todo, ciertos desacoples en la colocación. Pero conectó con el público desde el principio, cuando cuajó soberbias verónicas de recibo. La oreja de Rezongana, con el que se doctoró, la consiguió por alguna tanda meritoria y los circulares finales. Suplió la inmadurez con mucha voluntad. Brindó a Luis Rubias, su apoderado. Igual que con Malabunta, el sexto, al que recibió con tres largas de rodillas y chicuelinas de mano muy baja que sorprendieron. Con la muleta, tras brindar a su valedor, Manzanares, anduvo más bullidor que acertado. Pero se le adivinó buen concepto y llegó mucho al tendido. Solo al final descubrió la hondura de la embestida del astado con la zurda. Se tiró bien a matar y justificó el doble trofeo. «No vale lo mismo que lo de Manzanares», refunfuñó mi vecino. Claro, ni es el mismo torero, ni se anuncia con este ganado porque quiera. Vale.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats