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Fervor por los nuevos valores

Los alicantinos Abraham Segura y Borja Escudero salen a hombros junto al murciano Víctor Acebo

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Fervor por los nuevos valores en la becerrada de la feria de San Juan

Más que entretenida resultó la primera de las clases prácticas que se celebró ayer con casi la mitad de los tendidos cubiertos. Excelente resultó para los noveles actuantes el encierro de Daniel Ramos que se lidió. Aunque algunos ejemplares flojearon, la mayoría mostraron boyantía en las telas y noble repetición. Al encastado tercero, «Sobornante», se le premió con la vuelta al ruedo. Una pena que no se puedan lidiar animales de más entidad que dotaran de mayor importancia a todo lo ocurrido en el ruedo.

El astado de más clara colaboración resultó el que rompió plaza. Por noble, franco y repetidor. Ante él se vio al murciano Víctor Acebo con un oficio bien aprendido y maneras muy pulcras. Dos orejas se llevó tras buena estocada.

Juan José Fernández, de la Escuela Taurina de Alicante, mostró mayor voluntad que acierto en el manejo de las telas. Sufrió una fea cogida contra las tablas mientras intentaba unas manoletinas. Cortó una oreja tras dos estocadas.

Al albaceteño Alejandro Peñaranda puso mucho empeño en agradar, con una actitud muy novilleril al reponerse a varias volteretas. Con oficio y buen son, se atascó con el descabello y su premio se quedó en una oreja.

El alicantino Abraham Segura conectó con el público con su imberbe figura desde que se fue a recibir a su enemigo con una larga frente a toriles. Con la muleta se atemperó más, y aunque antepuso la pose y el constante jaleo al toreo en sí, logró muletazos pintureros sobre todo con la diestra. Remató con medio espadazo. Dos orejas y rabo fue el premio.

El paisano Borja Escudero destacó por sus templadas y personales formas. Juega con la desventaja de su elevada altura, lo que evidencia cierta falta de enemigo, pero atesora un embroque en las suertes de torero caro. Con toda la juventud por delante para pulir la técnica, se le atisban detalles de calidad, como en los remates por abajo. También se llevó las dos orejas y el rabo de su colaborador, algo mansurrón, tras una estocada eficaz.

El madrileño Marcos del Rincón, también de elevado porte, pechó con el animal más flojo, y poco más que voluntad y cierto temple se le pudo entrever, que le valieron la última oreja del festejo.

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