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En la mente de un neandertal

El último experimento del equipo del Premio Princesa de Asturias de Investigación es crear «minicerebros neandertalizados»

Svante Pääbo, padre del genoma neandertal.

Church sostenía que la resurrección de esta especie humana era muy recomendable: «Proporcionará respuestas a la curación de enfermedades como el cáncer, el VIH» o podría «dar la clave para vivir 120 años». Hace unas semanas, The Guardian entrevistaba a Svante Pääbo y le preguntaba por aquella propuesta de la que Church se arrepintió posteriormente.

El flamante Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica respondió que semejante gestación no sólo era «éticamente desagradable» sino también «inalcanzable con la tecnología actual». La pregunta venía a cuento no porque el equipo de Pääbo se esté preparando para «resucitar» a un neandertal entero pero sí podría decirse que van a resucitar una «porción» de neandertal. Y una porción muy importante. Miniaturas que ni sienten ni padecen La última investigación con la que Pääbo ha captado la atención de los medios científicos especializados es el proyecto de cultivar «cerebros neandertales en miniatura» en el departamento de Antropología Evolutiva del Instituto Max Planck de Leipzig. El equipo de Pääbo está «criando» organoides cerebrales del tamaño de una lenteja.

Han sido creados a partir de células madre humanas editadas con versiones neandertales de algunos genes. Esas células madre se manipulan para que se conviertan en neuronas y desarrollen pequeñas estructuras cerebrales que, por supuesto, ni tienen pensamientos ni sentimientos. Pero lo que los científicos buscan con ello es comprobar si en el funcionamiento de esas neuronas está la base biológica que nos diferencia de los neandertales y «porqué los humanos parecen ser cognitivamente tan especiales», declaró al diario británico el paleogenetista distinguido esta semana por la Fundación Princesa. «Queremos saber si hay algo escondido ahí que realmente nos distinga. ¿Existe una base biológica para que los humanos hayan llegado, primero, a ser millones y, finalmente, miles de millones de personas, a que se hayan diseminado por todo el mundo y que tengan cultura?», se pregunta Pääbo.

¿Pero dónde está la diferencia? Los investigadores no esperan encontrar si los neandertales eran más inteligentes que nosotros. Más bien, si su estructura neuronal «podría indicar diferencias en la capacidad de planificar, socializar y usar el lenguaje». No hay certeza de que los distintos destinos que han tenido las dos especies humanas estén sustentadas por diferencias en sus sistemas cognitivos. «Pero es tentador pensar en eso», reflexiona el premuiado científico.

Gray Camp es el líder del grupo que está monitorizando en el Instituto Max Planck el crecimiento de estos organoides. Dejarán crecer durante nueve meses sus «lentejas neandertales» para estudiar las sinapsis neuronales que se producen, para observar «cómo es la actividad eléctrica y las primeras diferencias de desarrollo» con respecto a lo que ocurre en el cerebro de los humanos. Dado que está demostrado que los neandertales y los sapiens tuvieron descendencia, y que los hombres de hoy no africanos portan entre el 1 y el 4% de ADN neandertal, en este laboratorio también se analizará como esos genes influyen en el desarrollo de nuestro cerebro. Así empezaremos a saber cómo es el neandertal que todos llevamos dentro.

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