Su activismo político le llevó en el año 77 a fundar una librería en Elche: Ali i Truc, con Paco Trigueros, que sigue allí 40 años después. Su amplitud de miras le condujo en 1984 hasta Alicante, donde montó su propio universo en 80 Mundos. Y ahora la inquietud por aprender le empuja a dejar de vender libros para estudiarlos.

Fernando Linde (Granada, 1953) abandonará el mostrador de la librería alicantina el próximo 15 de junio, pero difícilmente dejará de ser librero y de recomendar lecturas a sus fieles después de hacerlo durante cuatro décadas seguidas. Traspasa el negocio de General Marvá a dos jóvenes mujeres, Carmen Juan y Sara Trigueros, esta última «tiene la misma edad que yo cuando empecé aquí», señala Linde, que ha decidido jubilarse con la precisión de un reloj suizo a los 65 años.

Ha tenido varias ofertas para ocupar este espacio: de una editorial, de una librería y de las jóvenes entusiastas por las que ha acabado decidiéndose y a quienes acompañará en el traspaso hasta final de mes. «Ahora voy a ser su principal cliente, como lo he sido hasta ahora, solo que antes no pagaba los libros que me llevaba», apunta entre risas, «y espero que ellas sigan otros 40 años como yo».

Se marcha tranquilo, explica, «porque 80 Mundos se queda en muy buenas manos, gente con mucha ilusión, con ganas de trabajar y bendita juventud» y muy satisfecho «de haber dado continuidad al nombre de la librería y no haberla cerrado después de tanto».

Un nombre, 80 Mundos, con el que quiso dar sentido de «universalidad» a la librería, al tiempo que hacía un guiño a la novela de Julio Cortázar La vuelta al día en 80 mundos, que a su vez homenajeaba a Julio Verne y su Vuelta al mundo en 80 días.

Fernando Linde lo deja con orgullo y sin pizca de amargura porque se guarda un as en la manga. «Yo quería jubilarme ya porque me encuentro muy bien, creo que he llegado al final de mi vida profesional de manera bastante digna y quiero hacer muchas cosas», avanza, y explica que siempre deseó estudiar Filología Hispánica, «que ahora se llama Grado en español, lengua y literatura, y es algo que tengo pendiente desde hace 40 años. Yo estudié Graduado Social, Relaciones Laborales, pero no lo acabé. Ahora voy a empezar una carrera nueva con chavales de 18 años y tengo mucha ilusión. Si me saco el título, mejor, pero yo lo que quiero es aprender y empaparme de todo, aunque probablemente en literatura vaya ya con alguna ventaja», bromea.

Este alumno aventajado, que tiene en La isla del tesoro su primer recuerdo lector, que aterrizó en Elche en 1968 y militó en la organización política asamblearia Liberación mientras trabajaba en el sector del calzado, siempre vio el oficio de librero «como una profesión muy digna que da un servicio cultural» y la librería «como un espacio de agitación».

No tardó en crear su propio fórum literario en los años 90, por el que ha pasado «todo aquel que tiene algo que decir en la cultura, la política, la poesía o la música. Aquí ha venido desde Solchaga a Carmen Alborch, pero sobre todo ha servido para dar voz a autores locales que no tenían sitio y agitar la vida cultural alicantina. Creo que, modestamente, se ha conseguido y sigue siendo un referente importante en la ciudad para exponer y debatir ideas».

Empezó abriendo solo la mitad de la librería junto a otras ya desaparecidas (Marimón, Compás, Manantial..), ha pasado buenas épocas «en las que éramos cinco en la librería» y malas con la crisis, que frenaron su ilusión por hacer reformas, pero nunca pasó por su cabeza cerrar: «Toda mi vida he batallado, si no pudo conmigo el franquismo, no iba a poder la crisis», argumenta, convencido de que el papel «nunca va a dejar de existir, la muerte del libro es una falacia interesada y este siempre va a tener su espacio».

80 Mundos ha acabado albergando 25.000 títulos pero Fernando Linde siempre ha recomendado lo que él ha querido al público. «Mucha gente no viene aquí a mirar qué compra sino a que yo le recomiende,y siempre he recurrido a mis lecturas, aunque alguna vez me haya equivocado. Hay gente con la que tengo mucha conexión y muchas personas preguntan por mí directamente y se llevan lo que les aconsejo», revela, tras reconocer que deja huérfanos a algunos de sus clientes habituales, «que ya me están pidiendo que les diga 4 o 5 títulos antes de irme».

Pero Linde tampoco tiene duda de que se marcha con mucho aprendido, «no sé si es el oficio más bonito del mundo, pero siempre ha sido mi mundo y me ha enriquecido muchísimo, intelectual y personalmente, el aprendizaje ha sido mutuo». Se libera, dice, de la esclavitud de un horario de apertura y cierre aunque sabe que en algún momento echará algo en falta, «empezaré a sentirlo cuando me vaya, echaré de menos a mucha gente, tertulias, complicidades, pero soy inquieto y no estaré parado». Además, aún tiene por leer el Ulises de Joyce y En busca del tiempo perdido de Proust. Ahí es nada.