Carlos Zanón fue poeta antes que novelista. Con 22 años escribió su primer libro de poesía, El sabor de tu boca borracha, y un par de años después ya estaba escribiendo novelas que le rechazaban las editoriales sin saber entonces el favor que le hacían. «Yo intenté publicarlas pero las editoriales, unánimemente, me devolvían los originales, no me hacían ni caso, así que seguí escribiendo poesía. Y creo que hicieron muy bien en no publicarme porque el aprendizaje es algo importante. Sin que sirva de precedente, creo que acertaron», bromea el autor, que debutó en la narrativa veinte años después con Nadie ama a un hombre bueno (2008), a la que siguieron títulos tan aplaudidos por amantes del noir como Tarde, mal y nunca o Yo fui Johnny Thunders.

«Quién sabe por qué no me desanimé. Siempre pensé que había gente mejor que yo, nunca vi conspiraciones, ni me creí Kafka, pero seguí insistiendo porque cuando escribir es una vocación no puedes dejarlo. Escribir es lo que soy», explica Carlos Zanón (Barcelona, 1966), también guionista, articulista, crítico musical y literario, invitado el viernes a las jornadas de Mayo Negro en la Sede de la Universidad de Alicante para charlar sobre su última novela, Taxi.

Considerado el Jim Thompson español o el heredero de Vázquez Montalbán, a Zanón no le molestan las etiquetas «porque es una manera de colocarte en un sitio», pero despunta con voz propia incluso en la combinación de géneros. «Mi estilo es ese. Lo que me gusta, tanto en la poesía como en la narrativa, es la intensidad, evocar, el juego de las palabras. La literatura siempre es música y escribir no es redactar. Intento hacer los libros que me gustan», apunta el autor, que reconoce que no escribe la novela negra ortodoxa que la gente tiene en mente.

«Yo entré en el género sin saber que estaba haciendo negro. En mis novelas no hay detectives, ni investigaciones, ni procedimientos. No importa quién mató a quién, sino por qué alguien mató a alguien. Pero hay tantos subgéneros que sí tengo algunos elementos, como la mirada pesimista, el conflicto social o las desigualdades».

La música, otra de sus pasiones, también se introduce en su literatura y asegura que cuando escribe una novela tiene que ver cómo suena: «Necesito saber cómo sería si fuera una composición musical, qué disco sería, el orden de las canciones... Suena raro al explicarlo, pero no cuando lo pienso. Como un disco de los Clash -que aparece en este último libro (Taxi)-, con muchos géneros, temas compactos, rápidos, canciones desafinadas, que sobran o que no son impecables pero conectan».

Aunque es un lector voraz y lee «de todo», se impresiona más fácilmente con la música o la poesía actual que con la narrativa: «Hay muy pocas ganas de hacer cosas raras o de jugársela en la narrativa. Por no tener clara la tradición en la que estamos, porque pensamos mucho en el mercado... Pero un escritor es un artista que no sabe dónde va a veces, y echo en falta ese riesgo», apunta.

El protagonista de su última novela es un taxista melancólico e insomne que deambula por las calles de Barcelona. El padre y los abuelos de Zanón también fueron taxistas pero Taxi no es un homenaje. «Al principio quería que el protagonista fuera chófer de una limusina hortera pero al final se quedó en taxista. Que mi padre lo fuera me facilitó saber cosas personales, como cuando decía que lo peor del taxi era que salías sin objetivos, sin rumbo, que dependías de los demás. Que mi personaje estuviera a la deriva, por dentro y por fuera, me llevó al taxi», detalla el escritor, a quien le seducen los personajes «de la ciudad, de gente que lucha por no desaparecer y necesitan que les quieran, que sepan su nombre».

Y Barcelona, como escenario ideal para este género, ya que «es una ciudad derrotada que genera mucha literatura entre los que pierden. Pero las ciudades son literarias porque hay autores que ya las han imaginado y se las han inventado, desde Genet a Marsé, Mendoza o Matute. Es un buen escenario de novela, de novela negra y pacífica. Como dice Andreu Martín, Barcelona mata, pero poco».

Zanón prepara la vuelta a la literatura de Pepe Carvalho, el popular detective de Vázquez Montalbán, un encargo que le atrajo «por poder hacer un policiaco, que no he hecho en mi vida» con el peso de resucitar a un personaje tan conocido, «pero del que no ha leído una generación. Y si esto sirve para que se conozca el catálogo de Montalbán, está bien». La reaparición está prevista para 2019.