No es su faceta más conocida y reconocida aunque sus trabajos se vean, sin que mucha gente lo sepa, en iglesias de diferentes ciudades de España. Entre las décadas de los 50 y 70, Arcadi Blasco (1928-2013) se convirtió en un artista de arquitectos, algo que le llevó a intervenir en varias decenas de templos durante dos décadas.

Ese mundo de vidrieras, rejas y elementos ornamentales arquitectónicos se recoge ahora en una exposición que lleva la obra del artista de Mutxamel a Madrid por partida doble. Una se puede ver en el Colegio de Arquitectos y se centra en la relación de Blasco con el arquitecto Luis Cubillo como eje central de su producción, a quien le unió una relación personal, hasta el punto de que fue quien realizó su casa de Bonalba y el arquitecto con el que trabajó con mayor libertad.

La otra se encuentra en la galería Moneo Brock, donde el también artista Isidro Blasco ha realizado una selección de piezas «más personales» de su padre, e incluye arte aplicado, bocetos, pinturas al óleo y maquetas de lo que luego serían grandes murales.

La muestra Espirales de luz. Luis Cubillo y Arcadio Blasco llena la sala Mercadal del COAM y abarca desde 1956 a 1974, periodo en el que destacan las vidrieras y murales realizados para iglesias como la de Nuestra Señora del Tránsito, la de San Fernando o Jesús de Nazaret de Madrid, además del Seminario Mater Dei de Castellón. Espacios en los que la espiral se convierte en elemento común de sus creaciones.

Con José Piqueras, profesor de la Universidad de Alicante, y Luis Cubillo hijo como comisarios, la exposición muestra maquetas, dibujos originales de Blasco y de Cubillo, además de gouaches, material cerámico y numerosa proporcionada por la familia del arquitecto y la del artista, y fondos del MUA.

Precisamente fue en este museo donde el año pasado se presentó la muestra Arcadi Blasco. Art, arquitectura i memòria (1954-1974) que sacó a la luz parte de esta faceta del artista, también comisariada por José Piqueras. «Entonces vimos que era una etapa muy interesante de Arcadi y dedicamos algunas piezas», destaca el profesor. Y del MUA se llevarán a la exposición del Colegio de Arquitectos de Madrid varias de las piezas, entre ellas, una de las destacadas, «una pintura de finales de los añoso 60 que estuvo en la bienal de Sao Paolo».

Para Piqueras, la obra de Blasco entre los 50 y los 70 «no es muy conocida, conocemos más al Arcadi Blasco a partir de finales de los 80», aunque en ese periodo «hay una obra interesantísima».

Cuando Cubillo empezó a colaborar con Arcadi Blasco, el artistas «se movía dentro de una neofiguración pero poco a poco fue evolucionando y llegando a la abstracción y un lenguaje más personal, algo que encajaba en las ideas del arquitecto».

Esta parte es muy poco conocida «incluso en Madrid», aunque «algunas de esas iglesias están siendo objeto de investigación muy reciente» y en el MUA «hemos trabajado en esta etapa porque creemos que es muy valiosa».

Lo piensa igualmente Isidro Blasco, que al preparar la exposición de la sala Moneo Brock se ha enfrentado a la obra de juventud de su padre, la que creaba mientras él era solo un niño. «A mí me interesa muchísimo porque se va a dar una visión de la obra primera de Arcadi que no conocemos y ahí está el origen de todo lo que vino después».

Una de las piezas estrella de esta exposición es una vidriera que tenía en su casa de Bonalba, «el modelo de la que luego hizo para Castellón». Una obra de 2 por 2 metros, de la que una parte se exhibió en el MUA, pero que nunca se ha mostrado de forma completa. «Cuando Arcadi se mudó a Bonalba necesitaba más luz y desmontó la vidriera, desde entonces está ahí y ahora la estoy restaurando y montando en marcos de madera para poder enseñarla en su totalidad».

El también artista cree que en esas obras «las connotaciones del contexto religioso casi no tienen relevancia, ahora podemos verlo desde el punto de vista estético y artístico, y ya no tiene peso, aunque no era así en el momento en que se hicieron porque cuando él las hizo sí tenía importancia». Para un hombre de izquierdas y comprometido con sus ideales, trabajar para la iglesia no era su máxima aspiración. «A él le pesaba bastante y recuerdo que lo comentaba en casa, pero había que pagar las facturas», apunta.

Sin embargo, «supo distanciarse de ese contexto y hacer una obra maravillosa y técnicamente muy interesante porque las vidrieras no estaban hechas sobre una estructura de plomo sino con hormigón armado, una técnica que no inventó él pero que llevó a extremos increíbles».

Para la familia es «un orgullo» que Arcadi Blasco vaya a tener dos exposiciones en Madrid «en espacios de un nivel muy alto». Algo que cumple con uno de sus objetivos. «Nosotros queremos seguir manteniendo la llama viva porque su trabajo es fundamental en la historia del arte español pero no se conoce mucho. Hay que recuperarlo y sacarlo a la luz».