El historiador y arqueólogo Figueras Pacheco fue el primero en donar su legado en 1959 y el único que lo hizo en vida indicándolo en su testamento, apuntan desde la Fundación Caja Mediterráneo. A excepción del fondo de Azorín

-de 21.785 documentos, 17.500 libros y 262 objetos, ubicado en su propia casa de Monóvar, propiedad de la fundación- el de Figueras Pacheco es de los más cuantiosos con 8.280 documentos, que incluyen manuscritos inéditos del también cartógrafo.

En el caso de Gabriel Miró fueron los nietos los que donaron el despacho y la biblioteca personal del su abuelo en 1981, que en 1994 se amplió con un extenso epistolario cruzado con intelectuales de las generaciones del 98 y 27.

Recientemente el biznieto y los tataranietos de Carlos Arniches viajaron también desde Bilbao para conocer los fondos que donó la nieta del autor, mientras que los herederos de Sempere aportaron valiosa documentación y objetos como la Medalla de Oro de las Bellas Artes, entre sus galardones.

Correspondencia cruzada, fotografías, postales, telegramas, pasaportes, máquinas de escribir, discos o estilográficas son algunas joyas. Además, muchos de los artistas o intelectuales coincidieron en el tiempo, se relacionaron entre sí «y al final lo de uno te lleva a lo de otro», señala Carmen Velasco, como las Canciones playeras que Esplá dedica a Varela, la obra Sociedad y felicidad que Bernácer dedica a Esplá o los retratos que de Esplá hacen Baeza o Soler.