El Nobel de Medicina distinguió ayer a tres científicos estadounidenses por descubrir los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano, el «reloj biológico interno» por el que plantas, animales y humanos se adaptan a las rotaciones de la Tierra. Las revelaciones de Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young se aplican por ejemplo al jet lag que producen los viajes transatlánticos y a la función clorofílica de las plantas y han convertido la biología circadiana en un amplio y rico campo de investigación con implicaciones para la salud y el bienestar.

Usando de modelo moscas de la fruta, aislaron un gen que controla el ritmo biológico diario y codifica una proteína que se acumula en las células de noche y se degrada de día, además de identificar otros componentes que afectan a su «reloj autosuficiente interno», explicó la Asamblea Nobel de Estocolmo.

Ya en el siglo XVIII el astrónomo francés Jean Jacques d'Ortous de Mairan descubrió al estudiar la mimosa que sus hojas se abrían en dirección al sol por el día y se cerraban al atardecer y que esa oscilación se mantenía independientemente de la luz. Otros investigadores confirmaron más tarde que ese «reloj biológico» esá también en animales y humanos y se denominó ritmo circadiano.