El historiador Fernando García de Cortázar ha reivindicado la gran influencia que tuvo en Europa en el siglo XVIII la Ilustración española, muchos de cuyos autores tuvieron que exiliarse y han permanecido dos siglos prácticamente «en el olvido». Además, destaca que la principal figura de este movimiento erudito en España, «no política, sino humanística y científica», fue el jesuita alicantino Juan Andrés y Morell, nacido en la localidad de Planes en 1740 y fallecido en Roma en 1817, autor de la primera Historia Universal de las Letras y las Ciencias.

García de Cortázar relata que Juan Andrés es la cabeza de la llamada Escuela Universalista, que estuvo formada, ha relatado el historiador, por una treintena de autores, entre ellos el creador de la lingüística universal y comparada Lorenzo Hervás, y el autor de un concepto de expresión para una idea de música universal Antonio Eximeno. También los botánicos Antonio José Cavanilles y Mutis, el naturalista Francisco Javier Clavijero o los meteorólogos Benito Viñes y Federico Faura, entre otros muchos, la mayoría de los cuales se vieron empujados a exiliarse por orden de Carlos III.

Según el historiador, esta Escuela Universalista integrada fundamentalmente por intelectuales jesuitas refleja la «portentosa Ilustración española tardía, empirista y cristiana que por primera vez expresa una visión global del orbe, la humanidad y la ciencia». Afirma que recientes estudios históricos sitúan la Escuela Universalista Española del siglo XVIII como un «hito de primera magnitud en la historia del pensamiento universal, pues plantea abiertamente la necesidad de relacionar el progreso científico con la naturaleza humana y los interrogantes de la cultura». Esta corriente, añade, «llegó donde nunca pudo llegar la mera Ilustración política, y ofrece hoy instrumentos claros para abordar satisfactoriamente una irrefrenable época de globalización como la nuestra, regida casi con exclusividad por la voracidad del mercado y la comunicación electrónica».

Por ello, sostiene, «es necesario reescribir la historia de la cultura y de las ideas, la historia del pensamiento moderno» para ofrecer «la verdadera dimensión de la Ilustración europea», es decir, de «los fundamentos de nuestra civilización moderna». Así, hace hincapié en que hubo «una potente Ilustración española o hispánica, una Ilustración universalista», que estuvo «enfocada a la emancipación del individuo no por medios políticos revolucionarios, sino por los exclusivos medios de la ciencia y el saber». Con ello, insiste, «no era la pariente pobre de una Europa de las Luces».