La localidad de Ibi cuenta con una destacada trayectoria en la industria juguetera que se remonta a 1905 y a lo largo de la cual llegó a ser sede de más de setenta fábricas. Ello le ha valido denominaciones como centro español del juguete o villa del juguete. Alberga además en la actualidad un prestigioso Instituto Tecnológico dedicado a la investigación sobre aspectos técnicos y pedagógicos del mismo, así como el Museu Valencià del Joguet, que en los últimos años se ha consolidado como un atractivo destino para el turismo familiar. El producto local ha conferido su impronta también al paisaje urbano, ya que en algunas de sus plazas encontramos réplicas a gran escala de juguetes antiguos, así como un monumento a los Reyes Magos (el único del que parece haber constancia en el mundo).

Bastante menos conocido es el hecho de que Ibi se encuentre consignado en la literatura gracias al talento creativo de uno de los principales autores en lengua española del siglo XX, el escritor e intelectual Max Aub (1903-1972), uno de los integrantes de la Generación del 27. Su obra se caracteriza por sus intrínsecas cualidades literarias y por constituir un agudo testimonio de la historia cultural, política, económica y social de la España de su tiempo. En una de sus novelas, titulada Las buenas intenciones (1954), el protagonista está personal y profesionalmente vinculado al municipio, que aparece mencionado en un total de doce pasajes, conformando así uno de los espacios destacados en la narración. Se trata de una materia que hasta ahora no había recibido atención ni difusión.

La obra relata las vivencias de su protagonista, Agustín Alfaro, un hombre en la veintena residente en Madrid y dedicado a la representación comercial de «juguetes de Ibi». Sobre el trasfondo histórico de la España del periodo 1924-1939, el lector va siguiendo la vida de este personaje, al que contemplamos en su desempeño profesional vendiendo el producto ibense en la capital y en otras grandes ciudades; tratando con almacenistas o preparando muestrarios en el municipio alicantino junto con el fabricante al que representa. Cuando comienza la Guerra Civil, el ejercicio de su profesión va viéndose gradualmente dificultado («Consiguió una vez ir a Ibi, con un camión que llevó heridos a Alcoy, y lo trajo lleno de juguetes»).

En el ámbito personal, el protagonista es también amigo de su representado. Precisamente en el domicilio de este último es donde decide poner a su esposa e hija a salvo de los bombardeos aéreos sobre Madrid, durante la guerra («En el invierno del 37, Agustín convenció a Angelita para que se fuese a Ibi, a casa de don Francisco, el fabricante que representaba y con quien tenía excelente amistad»). Cuando finaliza el conflicto bélico, intentará por todos los medios desplazarse hasta la localidad alicantina para recoger a su familia.

En Las buenas intenciones, la asociación de Ibi con la manufactura de juguetes no es sorprendente en sí misma, puesto que dicha identificación ha venido siendo conocida en todo el Estado desde hace más de un siglo. Sin embargo, lo que sí resulta llamativo es el modo tan fidedigno en el que la ficción aubiana testimonia la realidad industrial y comercial de la época retratada, algo que se constata cuando la novela es cotejada con datos y documentos históricos. Por ejemplo, destaca un episodio en el que el protagonista recibe una carta en la que «su representado de Ibi» le solicita que se desplace a Zaragoza para cobrar una suma de dinero que le debe un almacenista de dicha ciudad.

En ese pasaje, el fabricante aparece también designado como el hojalatero. Se trata de una alusión -clara para los ibenses, pero probablemente velada para lectores de otras procedencias- a la empresa Hermanos Payá, S. A., cuyos fundadores se habían dedicado a la elaboración y venta de objetos de hojalata antes de consolidarse como productores de juguetes. No en vano, el año simbólicamente considerado como fundacional de la industria ibense es precisamente aquel en el que está fechada la escritura mediante la cual don Rafael Payá vendió su taller de hojalatería a sus propios hijos: 1905.

Este conocimiento ajustado y veraz que el escritor Max Aub mostró tener sobre los orígenes de la industria local en pasajes como el descrito, podría en parte deberse a que el propio escritor trabajó durante su juventud como representante comercial de objetos de bisutería de caballero (botones, gemelos, etc.), el mismo oficio de su padre. Es muy probable que durante el desempeño de dicha actividad conociese a representantes de juguetes y, a través de éstos, recabase detalles sobre las fábricas del municipio. A esta circunstancia biográfica cabe añadir otra: la amistad del autor con el escritor Pascual Pla y Beltrán (1908 - 1961), oriundo de Ibi, donde residió hasta los once años. En este sentido, es asimismo plausible suponer que, mediante estos ecos ibenses, Aub hubiera querido homenajear el origen geográfico de uno de sus estimados amigos.

Posiblemente la principal motivación para incluir al municipio y su industria en la novela fuese la voluntad del autor de reflejar las actividades fabriles y económicas en la España de aquellos años. El tiempo interno de la ficción coincide parcialmente con el periodo histórico de afianzamiento de la industria ibense (1912-1936). A partir de la década de los veinte, las ventas del producto local se incrementaron en zonas industrializadas del Estado, debido al aumento del poder adquisitivo de las clases medias en esas áreas. Así lo testimonian las cuentas de resultados de las fábricas locales de la época, que registran las mayores facturaciones durante el lapso 1924-1935, en ciudades como Barcelona, Madrid y Zaragoza. En tal contexto de aumento del consumo de juguetes ibenses, era fundamental gestionar adecuadamente todo lo relativo a las ventas. Testimonio de ello es que, ya en 1920, las actas de consejos de administración de algunas empresas locales especificaban que una de las funciones del director general era la de vender los productos cuidando las relaciones comerciales de la mejor manera posible. En ese sentido, el papel del viajante o comercial era clave. Todo ello queda muy atinadamente reflejado en la novela en esa excelente relación entre el personaje de Agustín Alfaro y el fabricante ibense al que representa.

También aparece recogido en la obra el efecto de la guerra sobre la industria juguetera. Si hasta 1936 esta última había desplazado a la agricultura como principal actividad económica y generadora de empleo en Ibi, el conflicto bélico truncó por unos años ese desarrollo, no sólo debido a la carestía y la alteración de las prioridades de consumo entre la población española, sino también porque las fábricas locales fueron temporalmente militarizadas para producir armamento. En la novela, el protagonista se resiente, desde la capital, de semejante coyuntura: «A medida que la vida se hizo más difícil empleó parte de su tiempo en abastecer su casa de lo indispensable. Él, como todos, se acostumbró a los bombardeos y a la escasez».

En suma, no es aleatorio ni baladí que el protagonista de Las buenas intenciones se dedique precisamente a la venta de juguetes de Ibi y esté vinculado a esta localidad. El autor de esta obra fue un agudo cronista de muy variados aspectos de la España del XX y, entre ellos, se encuentra la función relevante que desempeñó la industria ibense en la historia económica estatal de aquellos años. Dichas circunstancias históricas, junto con otras de índole biográfica (la labor de representante en su juventud y su amistad con el ibense Pla y Beltrán), explican que Max Aub escogiera el municipio alicantino como uno de los espacios de referencia constante para el personaje principal de su novela. Adicionalmente, de ese modo honró a la villa con su talento creativo y la consignó para siempre en la literatura.

Para seguir leyendo: Página web de la Fundación Max Aub (www.maxaub.org); Max Aub, Las buenas intenciones, Edicions Institut Alfons el Magnànim, Valencia, 2008; J. R. Valero Escandell, Origen y desarrollo de la industria del juguete en Ibi. 1900-1942, Universitat d'Alacant, Servicio de Publicaciones, 1998.