Joaquín Achúcarro e Igor Yebra, dos bilbaínos cuya fama trasciende fronteras, actuarán mañana en el ADDA bajo el influjo de la música de Ravel. Juntos pero no revueltos, porque el pianista y el bailarín no compartirá el escenario al mismo tiempo durante el Proms Sinfónico, el concierto que cierra mañana la temporada estival en el ADDA, pero ambos interpretarán dos piezas del compositor francés y, una vez finalizado, recibirán juntos el Premio ADDA Música Solidaria por su carrera y su labor pedagógica.

Tanto Yebra como Achúcarro se sumaron ayer por separado a los ensayos con la orquesta residente del auditorio, ADDA Sinfónica, dirigida por Josep Vicent. Y, aunque a ambos le habría gustado coincidir en el concierto, el veterano pianista encuentra la parte positiva: «Lo bueno es que así podré ver cómo baila».

Joaquín Achúcarro, a sus 84 años y con una carrera que impresiona a sus espaldas, además de numerosas distinciones -Artista por la Paz de la Unesco, Premio Nacional de la Música, Medalla de Oro de las Bellas Artes o Gran Cruz del Mérito Civil- se conoce la partitura al dedillo pero no perdona un ensayo. «Al contrario, necesito ensayar más para hacerlo bien. Quien diga lo contrario, miente», asegura tras su primer encuentro con la orquesta, con quien interpretará mañana en la primera parte el Concierto en Sol Mayor para piano y orquesta de Maurice Ravel.

«Estoy loco por Ravel y por este concierto. Hace un mes lo toqué en el teatro San Carlos de Nápoles con Fabio Luisi y el mes que viene en Puerto Rico y luego con la Orquesta Nacional», explica, tras elogiar a la formación del ADDA y a su director: «El ensayo ha sido muy bonito, cuando se ve entusiasmo el músico trabaja con más ganas. Era la primera vez que trabajábamos juntos y como si hubiéramos tocado una docena de veces. Josep Vicent ha estado muy atento y los músicos son muy buenos».

Achúcarro ya tocó en el ADDA con la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra en 2012 y considera «formidable» la actividad del auditorio con iniciativas como esta, donde se combina la danza, la música clásica o la electrónica tras el concierto. «Son ideas nuevas en experimentación y veremos el resultado. A lo mejor atrae a otro tipo de público que no viene habitualmente y no me parece mal. Hubo un tiempo en que si se tocaba a Beethoven no se tocaba a Debussy pero de eso hace ya mucho tiempo y las cosas cambian», apunta.

El pianista vasco ofrece medio centenar de conciertos al año por todo el mundo, «he rebajado mi cifra, he llegado a dar casi cien al año», y eso se consigue «teniendo buena salud, afortunadamente, y con muchas ganas de trabajar, economizando energías para lo realmente importante».

Los conciertos los alterna con su cátedra en la Universidad Metodista del Sur de Dallas (EE UU), donde enseña a jóvenes talentos desde hace más de 25 años: «Tengo mucho trabajo que hacer con mis alumnos, les exijo mucho. La oferta que tengo en Dallas es muy buena, la flexibilidad que me dan, tengo libertad total y se fían de mi vergüenza torera», bromea, tras ser preguntado si no le habría gustado desarrollar algo similar en España: «Sí me habría gustado, pero no se ha dado el caso».

Su paisano, el bailarín Igor Yebra, también abrió hace once años la Escuela de Danza y Coreografía que lleva su nombre para promover un cambio social en la danza: «Hay que hacer que la gente de la calle se dé cuenta de que la danza puede ser una actividad extraescolar maravillosa y una profesión tan digna o más que cualquier otra. Esta es nuestra lucha principal, que se valore la danza desde la raíz», explica el bailarín de 43 años, que con 14 años se integró en el Ballet de Víctor Ullate y que ha sido primer bailarín del Ballet de la Ópera de Burdeos y de la Ópera de Roma.

«Me gustaría que cuando digas soy bailarín te miren con respeto. A mi me respetan porque soy Igor Yebra, pero yo quiero que respeten al bailarín, se llame Igor Yebra, Tamara Rojo, Ángel Corella o Pepito de los Palotes. Que respeten nuestra profesión», añade tras su ensayo en el ADDA, donde prepara una pieza nueva del Bolero de Ravel bajo la dirección de Carlota Ferrer «para hacer algo diferente, que no se identifique con el Bolero de Maurice Béjart.

Yebra compartirá el espacio del escenario con la orquesta «que es complejo, pero para el público será especial ver a un bailarín con esta orquesta detrás, tiene su magia», al tiempo que aclara que fue precisamente eso lo que le convenció para actuar en el ADDA, ya que «bailar con la orquesta le da una fuerza y una energía que se transmite. A mí me emociona y espero que eso le pase al público».

La idea del Proms Sinfónico, que culminará tras el concierto con una sesión afer del dj Gianluca Tavaroli y cuyo 10% de la recaudación se destina a Unicef, es aplaudida por Yebra, que cree que «hay que hacer cosas como estas porque debemos atraer a gente a los teatros y buscar maneras para llegar a nuevo público».