La escritora alicantina Elia Barceló ha decidido dejar su trabajo como profesora de la Universidad de Innsbruck (Austria) para dedicarse en exclusiva a la literatura tras del éxito que está cosechando con su última novela, "El color del silencio", que va camino de los 40.000 ejemplares vendidos en España.

A sus sesenta años recién cumplidos y con muchos proyectos literarios por delante, ha explicado en una entrevista con Efe que desea dedicar su vida a lo que siempre ha considerado que era lo más reconfortante.

"Cada vez tengo más invitaciones y me va mejor en la literatura, también gano más dinero con las traducciones y no me apetece tener que estar siempre pidiendo permiso y estar dando explicaciones de por qué es importante que vaya a tal festival, y llegué a la conclusión de que ya está bien", ha recalcado Barceló.

La autora ha presentado su último trabajo en el Festival de Terror, Fantasía y Ciencia Ficción "Celsius 232" de Avilés.

Reconocida como una de las escritoras más relevantes del género de ciencia y ficción en habla castellana, en "El color del silencio" Barceló habla de la realidad más cruda de la España que surge tras la sublevación de Franco y la evolución que sufre el país a lo largo de posguerra.

En sus más de veinte libros publicados ha tocado casi todos los palos, a excepción de la novela pornográfica, porque no le interesa, o del género del oeste, porque dice que no sabe de vacas ni de caballos.

Cree que su eclecticismo se debe a que la literatura es el reflejo de la vida, "y la vida no tiene género, en un mismo día puedes vivir cosas que son de novela de humor, terror o de drama".

En estos momentos trabaja en dos novelas fantásticas y después entrará de lleno en otra de realismo.

Pero el mismo realismo que le llevó a la España de la dictadura con "El color del silencio" no parece que le vaya a conducir a la de la época actual, con episodios que le resultan "de lo más ridículo y anticuado" como la deriva independentista de Cataluña.

"Soy muy europea, soy de ciencia ficción", bromea, para decir que lo que quiere son "unidades mayores, no más pequeñas".

"Lo normal, lo correcto, es que todo el mundo hable cinco, seis o siete lenguas, la de uno es muy importante, pero esa no te la va a quitar nadie, y lo bonito sería ir a unidades cada vez mayores, hacer una Europa grande y unida, un planeta grande y unido", ha considerado la escritora, que tiene su residencia junto a su familia en Austria desde hace años.

Del género de la ciencia ficción, lo que le interesa es la apertura mental que ofrece desde el punto de vista creativo: "se trata sencillamente de ir dos o tres pasos más allá de lo que nos está pasando ahora".

Su primera novela no ilustrada como lectora fue, de niña, "Viaje al centro de la tierra", de Julio Verne, un escritor que le asombró por su capacidad de anticiparse, con tintes muy precisos, a hitos que para su momento eran totalmente impensables como la llegada del hombre a la Luna.

Ahora, esa premonición tiene que partir de algunos adelantos que ya se están atisbando, como por ejemplo la perfección a la que está llegando la industria de la fabricación de los robots humanos.

"Me interesan las inteligencias artificiales sobre todo cuando están en cuerpos que parecen humanos, la industria erótica de robots está avanzando con pasos de gigante, está creando seres que parecen mujeres, también hombres, pero menos, con los que se puede interactuar", ha explicado.

Ése podría ser el argumento de alguna de sus próximas novelas de ciencia ficción, que siempre intercalará con la literatura realista que ofrece ahora a miles de lectores con "El color del silencio".