Dicen los que le conocieron que tenía un magnetismo especial, que era un ser excepcional y desprendido. Tanto, que vendió tres pisos que tenía en la Rambla para ayudar a sus alumnos de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid y antes de morir dejó dicho que dejaran a sus amigos y alumnos que cogieran lo que quisieran de su legado. Aún así, su amigo Israel Chaves «cargó» con la responsabilidad que José Estruch le dejó y desde su muerte en 1990 ha custodiado el fondo documental que el director teatral alicantino reunió a lo largo de su intensa carrera.

Durante estos 27 años, Chaves ha atendido a investigadores e interesados en la figura de Estruch. Pero a partir de ahora será el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert quien asuma esa labor tras recibir la donación de todo ese legado cultural.

El diputado de Cultura, César Augusto Asencio, e Israel Chaves, en presencia del director del Gil-Albert, José Ferrándiz Lozano, sellaron ayer ese acuerdo con la firma del documento de entrega de este fondo. Cinco libretas diarios de su época en Londres; 400 documentos relativos a temas teatrales, como programas, anotaciones, dibujos de escenografías o recortes de prensa; 1.500 fotografías, entre ellas ensayando o impartiendo clase; la traducción de El Rey Juan de Shakespeare; 250 cartas y telegramas, sobre todo para felicitarle por la concesión del Premio Nacional de Teatro en 1990; el propio emblema de este galardón y que él ya no pudo recoger; 200 libros, muchos de ellos con dedicatorias autógrafas de autores como José Bergamín, Paco Nieva, José Luis Alonso o Juan Gil Albors; y 80 postales. Un gran y valioso volumen de documentos que han pasado ya a los fondos del Gil-Albert, que de momento ya ha terminado su catalogación y que espera contar en breve con un portal en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante.

«Para mí ha sido duro dejar marchar este fondo porque formaba parte del paisaje de mi casa», aseguró ayer Chaves que había recibido ofertas para donar el fondo a la Resad. «Pero era alicantino y donde mejor va a estar es aquí; sé que lo que hago es lo correcto y es lo que él hubiera querido».

Y es que su trayectoria abarca mucho más que la escena española, ya que nació en Alicante y estudió Ingeniería en Madrid, pero tras ver La Dama Boba con Margarita Xirgú sintió la llamada del teatro. Perteneció a La Barraca y después la guerra le llevó al exilio en Londres. Allí se ocupó de que los niños refugiados vascos no perdieran el idioma y montó obras teatrales con ellos. De Inglaterra a Uruguay, donde ya se dedicó de lleno a la dirección teatral hasta que en 1967 regresó a España y empezó a dar clases en la Resad, donde se jubiló en los años 80, dejando una profunda huella en algunos de los grandes del teatro actual como Blanca Portillo o Ernesto Caballero. De hecho, «todavía se hacen conferencias y actos sobre Estruch en Londres y en Cambridge, algo que no ocurre aquí».

Asencio, por su parte, recordó que ya el año pasado se pusieron en marcha iniciativas para recuperar su figura, como la exposición sobre Estruch que recorre los teatros de la provincia y los premios que llevan su nombre. También anunció la intención de la Diputación de grabar un documental y una de las becas para la investigación del IAC es para trabajar sobre su figura.

De momento, el Premio Nacional de Teatro de José Estruch se colocará con orgullo en la entrada del Instituto Gil-Albert.