Camisones con espinas, corsés imposibles o esculturas fálicas enmascaradas entre la vegetación son algunas de las piezas que los artistas ilicitanos Susana Guerrero y Elio Rodríguez presentan en 89 Noches. Descolonizando la sexualidad y la oscuridad, la exposición internacional del Museo de Antioquia en Medellín (Colombia), que ha invitado a una veintena de creadores contemporáneos de todo el mundo a que reflexionen sobre ambos conceptos que suelen ir relacionados.

Guerrero (Elche, 1972) y Rodríguez (La Habana, 1966) son los únicos españoles en esta muestra colectiva junto a artistas de Suiza, Colombia, Cuba, Turquía, Estados Unidos, Corea, Brasil, Holanda o México.

La exposición, que permanecerá expuesta hasta el 13 de agosto, es la segunda parte de un proyecto denominado Pórtate bien que fue seleccionado en la Bienal del Diseño de La Habana comisariado por Beatriz Gago y Stephanie Noach, y ahora también Carolina Chacón, curadora del museo colombiano.

El proyecto parte de cómo la ausencia de luz y la penumbra desafían las convenciones sexuales y sociales del entorno y cómo han ofrecido terreno para reproducir imaginarios sobre comportamientos sexuales históricamente ocultos y señalados, como la prostitución, por ejemplo. «En vez de enfocarse en lo malo y tenebroso que rodea la oscuridad, la exposición sugiere que la oscuridad ofrece oportunidades de resistencia y de liberación», señalan las comisarias.

A juicio de Elio Rodríguez, la sexualidad «solo es un elemento más en el discurso de mi obra, aunque a veces parece ser central» y añade a continuación que «me interesa más el discurso sobre la identidad en general, sobre lo que pensamos que conocemos, sobre cómo nos pensamos nosotros mismos».

El artista cubano afincado en Elche aporta dos esculturas negras de tela y dos cerámicas en blanco, así como un conjunto de grabados usados como falsos carteles, como ambientación a un espacio para performances, mientras que Susana Guerrero contribuye con tres piezas.

«Al final -explica Rodríguez-, el proyecto, como yo lo entiendo, parte de una premisa reivindicativa: poner en un primer plano obras que ejemplifican lo alternativo, lo subversivo, que históricamente se ha asociado a lo malo, lo oscuro, lo negro».

Para Susana Guerrero, la sexualidad está intrínseca en su obra, ya que «trabajo con la ropa más cercana a la piel, la ropa de cama , el corsé que cubre las zonas más vulnerables del cuerpo... pero no es algo buscado».

En la serie De cómo crecieron las espinas, la artista ilicitana convierte en armas sutiles la ropa que tradicionalmente ha servido para embellecer y aprisionar a la mujer. Guerrero coincide con Rodríguez, que también es su pareja sentimental, en que bajo la mirada de las comisarias de la exposición, los contenidos de las obras se amplifican «y la lectura de tu obra va más allá de la que tú te has planteado al construirla», por lo que a las piezas «se les ofrece un papel principal brindándoles una visibilidad de la que históricamente han sido privadas».

Las esculturas de Guerrero y Rodríguez, además, dialogan directamente con los transeúntes que caminan por la calle del museo colombiano, ya que están expuestas en las vitrinas como escaparates, y solo se pueden contemplar desde el exterior; es decir, que no es necesario entrar en el museo para verlas.