¿Qué quiere transmitir con su libro premiado, El recelo del agua?

Transmitir no es la palabra, más bien quiero generar nuevas miradas sobre nosotros mismos. El libro tiene que ver con el cuestionamiento de mi identidad individual y de la nuestra como sociedad. Hablo de cómo hemos creado nuestro pasado y las ficciones y trampas que nos creemos.

Para ello, utiliza mucho a su familia.

Sí, pero no es solo la historia de mi familia. Uno trabaja a partir de su materia, pero el libro pretende ser una representación de la sociedad, si no, no tendría valor universal. Mi abuela y mi madre son las protagonistas, pero como un recurso.

Describe la vejez y la enfermedad de una forma bastante dura, ¿qué critica?

Quería trabajar sobre la enfermedad porque es algo difícil de colocar en esta sociedad. Empecé con un relato sobre el Alzheimer para conectarlo con la memoria colectiva, pero al final me encaminé hacia la figura del cuidador.

¿El cuidador como observador del proceso de envejecer?

Más bien como actor, describo qué es aquello que mueve a una persona a entregarse de esa manera. Me parece un papel muy desagradecido y poco reconocido por la sociedad.

Es una figura tradicionalmente ejercida por la mujer, ¿tiene algo de feminista esta historia?

Sí, con este poemario intento ofrecer un posicionamiento crítico con la organización de la sociedad a través de una historia íntima.

¿Crítico con el sistema patriarcal?

Sí, porque las mujeres hemos incorporado esa obligación de cuidar a los mayores como si fuera algo directamente cosido a nuestra identidad. Pero también incorporo una mirada de clase, porque no es lo mismo vivir la ancianidad si estás arriba o estás abajo.

¿Y la clase media?

Me parece un poco un mito. Nos han querido contar que amanecimos un día «equis» de los ochenta y de repente éramos un país moderno, con una población mayoritariamente alfabetizada y con una clase media amplia. Eso no fue así. No nos desprendimos de la miseria de un día para otro. Mi madre nunca pisó una escuela. Esa pobreza y el analfabetismo se hereda y todavía hay niveles.

En el mundo de la poesía, ¿sigue siendo difícil ser mujer?

Sin duda. La voz de las mujeres es admitida pero con condescendencia. Todavía se nos presuponen unos temas, un lenguaje.

En las críticas de su libro ¿nota estos estereotipos?

Sí, El recelo del agua tiene un posicionamiento muy crítico, pero me dicen que sólo hablo del ámbito de lo privado. Si me llamara Pepe García y tuviera un bigote se fijarían más en la dimensión político social y no en la historia familiar.