El director español Álex de la Iglesia estrenó ayer en la Berlinale El bar, un thriller de humor negro que supone «un descenso a los infiernos, pero que es muy divertido». El filme, largometraje número 14 del realizador bilbaíno y que se exhibe en la sección oficial de la Berlinale, aunque fuera de concurso, «es un thriller, efectivamente, que en vez de desarrollarse en un fastuoso hotel berlinés como le ocurre a Bourne, pues transcurre en un bar», explica.

Un grupo de personas con perfiles muy distintos se ve obligado a mantenerse encerrado en el interior del local ante la amenaza de un francotirador que parece estar dispuesto a matar a todo el que salga del bar. En una primera aproximación, los protagonistas del filme piensan que el enemigo está fuera, «que es lo que piensas habitualmente, que el enemigo es ese que está fuera de tu casa o de tu país», apunta el director. No obstante, después se dan cuenta de que está dentro, lo que «va generando una división entre ellos» y les hace llegar «a una especie de purgatorio donde tienen que librarse de sus pecados; cuando ya lo superan, les queda lo más duro, que es salir del infierno», cuenta.

Según De la Iglesia, lo que buscaba era «esa especie de confrontación entre personajes que no tienen ningún punto en común entre ellos» y que «se van desnudando» en una película que va cobrando importancia. El filme comienza con un seguimiento de diferentes personas que, en el habitual ajetreo de una gran ciudad, van llegando cada una por su cuenta al bar en el que se unirán sus destinos.

Los personajes se verán abocados a situaciones sumamente desagradables y, a medida que éstas se van sucediendo y van in crescendo, los protagonistas se van desnudando, quitándose capas y mostrando realmente quiénes son.

En el cine «no hay nada desagradable», el cine es «una pobre ficción» de lo terrorífico que trae el día a día, donde precisamente las situaciones que parecen «simpáticas y encantadoras», en el fondo no lo son y «notas la hostilidad entre las personas y, sobre todo, entre las diferentes maneras de ver el mundo», señala De la Iglesia. «A mí eso es lo que me da miedo realmente. En una película, los comportamientos y sobre todo las conductas están muy dirigidas para contar una historia y en la vida no, en la vida te sorprenden realmente las personas», afirma.

Su filme responde a una «pequeñísima muestra» de lo que todas las personas llevan dentro, «pero desde luego no describe la realidad, que es infinitamente más cruel», subraya, al referirse, por ejemplo, a la falta de solidaridad con los refugiados.

star de nuevo en la Berlinale -el segundo festival más importante del mundo después de Cannes, dijo- es para De la Iglesia «un orgullo enorme» y «una oportunidad fantástica de que la película sea conocida en todo el mundo».

«Siento mucho orgullo de representar a mi país y de ser un ejemplo de lo que se está haciendo en el cine en España ahora», subrayó el director bilbaino.