El director Danny Boyle presentó ayer en la Berlinale su T2 Trainspotting, una secuela del icónico filme rodado veinte años atrás, que huye de la mera nostalgia para retomar el hilo de la búsqueda del sentido de la vida encarnado por el personaje de Ewan McGregor. «La nostalgia tiene sus peligros. Hay que mantenerla bajo control o acabas viéndote como un turista de tu propia juventud», explicó el cineasta británico en la presentación de su filme, recibido como uno de los platos fuertes del programa, pese a ir fuera de concurso.

El cineasta acudió acompañado por Ewen Bremner y Johnny Lee Miller, dos de sus actores de entonces y de ahora, además de Anjela Nedjalkova, la chica de la película y prácticamente la única nueva incorporación al conjunto.

Boyle defendió que su película puede verse «independientemente de la anterior», ya que lo que se establece entre ambas es una «conversación» y en que obviamente se juega la carta de la complicidad.

Fuera de la reincidente pregunta de hasta dónde es mera nostalgia y hasta dónde hay novedad, T2 Trainspotting retoma los personajes que sobrevivieron a las sobredosis de heroína de su antecesora. Arranca en Amsterdam para trasladarse casi de inmediato a un Edimburgo que, como el cuarteto de entonces, también ha cambiado -»ahora es una ciudad más dinámica», explicó Boyle-. Se trata a partir de ahí de aclarar si Renton -McGregor- realmente se convirtió en un cabeza de familia como quería o si dilapidó los 16.000 libras que robó al resto en más droga; qué hizo Spud -Bremmer- con las 4.000 libras de «consolación» que le dejó el prófugo o en qué quedó la malignidad de Begbie -Robert Carlyle-. Acompañaron a Boyle hasta Berlín varios de sus actores, pero no McGregor, el actor al que el Trainspotting original catapultó en mayor medida a la fama.Paradójicamente, él fue en los años pasados una presencia habitual en el festival berlinés, principalmente defendiendo películas en lucha por los Osos -el año pasado, Miles Ahead, dirigida e interpretada por Don Cheadle, o en 2010 con la premiada El escritor, de Roman Polanski-.

Nostálgica o no, T2 Trainspotting, demuestra que veinte años no pasan sin más, tampoco en el cine. En dos décadas se habrá perdido elasticidad y ritmo, intensidad y capacidad para reponerse a la mala vida. «No somos tan jóvenes. No tenemos la energía de entonces. Pero Danny sabe como administrar la que nos queda. Es un maestro de la economía energética», explicó Bremner.

El personaje de Spud apenas ha cambiado, su rostro sigue siendo el puro reflejo de un cerebro quemado por las drogas que era ya 20 años antes, por mucho que su amigo Renton trate de rehabilitarle con el deporte y el agua mineral. McGregor, por su parte, no es el chico de sonrisa irresistible, sino un señor inevitablemente atractivo, que acaba remitiendo al personaje que fue cuando regresa a la habitación de adolescente donde sus padres le arrancaban, a golpe de terapia en seco, de la adicción a la heroína.

Un alegato contra Trump

Por su parte, el actor estadounidense Richard Gere convirtió el estreno de The Dinner en la Berlinale en un alegato contra el presidente de EE UU, Donald Trump, a partir de una película centrada en la locura y las escisiones fratricidas del american way of life. «Aparentemente somos enfermos mentales. Pero comparado con nuestro presidente actual lo nuestro es un dolor pasajero», ironizó Steve Coogan, compañero de reparto y hermano de Gere en el filme, incluido en la sección a concurso del festival alemán. «Con seguridad yo no estaría en esa comida», le siguió la broma Gere, a la pregunta de un periodista sobre qué le diría al presidente de su país en caso de coincidir con él en una cena a cuatro, como la que plantea el filme. Ya más en serio, y transportado a su labor como activista pro derechos humanos -el día anterior había abordado la situación del Tíbet en una reunión con la canciller Angela Merkel-, Gere se permitió un alegato "anti-Trump", al que imputó "haber elevado el mensaje de odio" en su país a "lo más alto".

"Trump vincula el término refugiado y terrorista. Y eso hace que ahora muchos estadounidenses crean que es lo mismo", sostuvo el actor ante la Berlinale, donde las críticas al presidente de EE.UU. se han convertido en la constante de cada conferencia de prensa.

"The Dinner", basada en el best-seller de Hermann Koch, plantea una locura que viene de antes que la que ahora representa -para muchos estadounidenses- Trump y que para el director del filme, Over Moverman, remite al "pecado original" de la guerra civil.

"América no ha superado esa guerra fratricida", explicó el realizador, quien con "The Dinner" regresó a la competición de la Berlinale, tras ganar haber ganado en 2009 con "The Messenger" el Oso de Plata al mejor guión.

"The Dinner" muestra a esos dos hermanos, Gere y Coogan, y sus respectivas esposas, Laura Linney y Rebecca Hall, tratando de lavar un pecado que no es propio, sino de sus hijos, aunque de alguna manera sí originaron los egocentrismos de cada uno.

La cita es en un restaurante más que exclusivo, al que el invita el poderoso senador que interpreta Gere, tal vez menos pragmático e hipócrita de lo que su neurótico, colérico y definitivamente racista hermano da por hecho.

El trasfondo es el crimen cometido conjuntamente por el hijo primogénito de cada uno de los dos contra una indigente.