Veinticinco años después de que sus obras entraran en los fondos del IVAM, el Instituto Valenciano de Arte Moderno dedicará este año la primera exposición individual a la artista Juana Francés (Alicante, 1924-Madrid, 1990), una de las abanderadas del informalismo abstracto en España.

Será el próximo otoño, durante el mes de noviembre, en una muestra comisariada por María Jesús Folch incluida en los casos de estudio del IVAM, que ofrecen una oportunidad de mirar en profundidad la obra de un artista y revalorizar su figura «llamando la atención sobre su producción desde puntos de vista poco usuales, echando mano de documentos, correspondencia, publicaciones, revistas de arte e incluso con obras de sus coetáneos... Herramientas que ayuden a comprender por qué desarrolló ese y no otro estilo artístico, cuáles fueron sus fuentes, sus alianzas, sus miedos o su pensamiento político», apunta la comisaria.

La exposición exhibirá obras de la colección del IVAM, uno de los cuatro museos españolesque custodian su legado desde el año 1991, tras su muerte, junto con el MACA, el Reina Sofía de Madrid y el Museo Pablo Serrano de Zaragoza. El IVAM cuenta con 119 piezas de Francés, de las que mostrará algunas y combinará con otras del museo del escultor Pablo Serrano, el que fuera su pareja, ya que es «imprescindible revisar su archivo personal» allí conservado, apunta Folch, a quien le gustaría completar el caso de estudio con alguna pieza fundamental también de los otros centros.

Mujer pionera en el arte contemporáneo, Juana Francés desarrolló su actividad a partir de los años 50, cuando en la España franquista empiezan a aparecer los primeros síntomas de renovación plástica. Fue la única integrante femenina del grupo El Paso, nacido en 1956 bajo la influencia del expresionismo abstracto americano, junto con Rafael Canogar, Luis Feito, Manolo Millares, Antonio Saura o Pablo Serrano. Pero Francés abandonaría el grupo en 1957, precisamente por el menosprecio de su arte por parte de algunos de sus compañeros. Sin embargo, como apunta María Jesús Folch, la alicantina creía que hablar de la discriminación de la mujer le perjudicaba y consideraba más importante juzgar el trabajo que recorrer la historia en busca de la igualdad femenina.

«Está claro que durante el régimen franquista las mujeres no lo tuvieron fácil, muy especialmente cuando las reivindicaciones de carácter feminista no estaban de moda», argumenta la comisaria, pero también supuso «un gran avance» que parte de los colectivos artísticos que se formaron en los 50 y 60 incluyeran entre sus filas a mujeres, aunque estas estuvieran en franca minoría, «germen de una generación posterior que sí llevaría a cabo una crítica feminista en toda regla».

Para Folch, la abstracción informalista, como la adoptada por Francés, permitió la entrada de la vanguardia dentro de nuestras fronteras pero sin rupturas radicales y la alicantina «desarrolló sus experimentos matéricos desde esos presupuestos y al mismo tiempo que sus compañeros, asumiendo su papel de abanderada del arte español, un informalismo que el gobierno de la época quiso convertir en la marca española de la modernidad».

Folch define la pintura de Juana Francés como «una interpelación continua a la existencia del hombre», preocupada por representar la angustia, la pérdida, el miedo y la ausencia. Transitó del informalismo a la figuración y durante veinte años produjo su serie El hombre y la ciudad en la que describía un entorno dominado por la alienación. En los 80 volvió a la abstracción y experimentó con las técnicas de grabado.