Los tres libros anteriores ya han vendido más de medio millón de ejemplares y este en unos días ya ha agotado la primera edición de 30.000 volúmenes, pero el fenómeno continúa en las redes sociales por encima del millón de seguidores en Facebook y 100.000 en Twitter. ¿Qué tiene Yo fui a EGB que en cuatro años han salido cuatro libros y todos best-sellers?

Sus autores, los bilbaínos Javier Ikaz (1978) y Jorge Díaz (1971), algo saben de ello y estarán firmando el cuarto número que cierra la colección en Fnac Alicante este martes a las 19 horas pero ya avanzan que habrá nuevos proyectos «egeberos», como un concurso especial el 21 de diciembre en el canal TNT con cuatro películas de la época, así como el packaging de un producto «muy ochentero» en enero.

De las explicaciones a este fenómeno de aquellos que estudiaron con la EGB -la Educación General Básica, implantada durante 25 años entre 1970 y 1995- tienen claro que «ya tocaba recordar y echar una mirada atrás», explica Jorge Díaz, el mayor de los autores, de 45 años. «Los de 20 tienen muy reciente la infancia y no tienen ningún interés en recordarla, pero a nosotros nos hace gracia ver cómo éramos», apunta, tras señalar que «es bonito recordar lo homogénea que era la sociedad, con dos canales de televisión, pocos juguetes y apenas marcas. Aquí recuperamos comportamientos y cosas cotidianas de una época con la que muchos nos identificamos».

Aunque sobresalga la nostalgia, los autores aclaran que «aquello no era ni mejor ni peor, había cosas buenas y malas y esto no es más que un recorrido por lo que nos tocó vivir, sin ridiculizarlo y sin querer volver al pasado tampoco» y, a diferencia de la generación de sus padres, «la nuestra fue la primera en la que el ocio entró en nuestras vidas y quizá por ello dejó un poso mayor».

Como en citas anteriores, Yo fui a EGB 4 destila humor en la narración de recuerdos y esta entrega incluye un diccionario «EGB-castellano/castellano-EGB» para explicar conceptos como «tirar de la cadena» o «rebobinar la cinta», hoy inexplicables, y términos como «cantidubi», «dabuten», «fresquíviri» o«flis-flis». «Nos dábamos cuenta de que seguíamos usando expresiones que los jóvenes no entendían», apunta Díaz, que añade que en estos tiempos de MasterChef en los que incluso un niño sabe hacer un plato de nueva cocina, ellos han recordado recetas básicas imprescindibles en cualquier boda, como el melón con jamón o el cóctel de gambas.

El libro incluye homenajes a los padres, que se pasaban el día trabajando sin ver a sus hijos y ahora no paran de jugar con sus nietos, o capítulos dedicados a la peseta donde una entrada para la final del Mundial 82 costaba 800 pesetas (4,80 euros) y ver a los Rolling Stones ese año, 2.800 pts. (12 ?).

Estos frikis de la EGB, pioneros en usar el término, auguran que los de la Lomce harán sus propios libros «pero en vez de 4 igual son 400 porque los iconos son muchos y más efímeros».