Paul Salay, de la University of Southern California de Los Ángeles, dedica su vida al estudio de pecios submarinos. Como profesor de historia clásica y como investigador que persigue clarificar y sacar el máximo partido a los hallazgos. Por eso, este estudioso norteamericano desarrolló en 2014 un sistema para sumergir el iPad, consistente en una carcasa aislante y, lo más importante, un software que permite escribir y tomar anotaciones bajo el agua.

Desde esa fecha, Salay trabaja perfeccionando el sistema para su aplicación en arqueología subacuática y el yacimiento del Bou Ferrer de Villajoyosa ha sido uno de los centros de su interés. Por eso, a lo largo del mes de octubre ha intervenido en los trabajos que se han realizado en ese entorno submarino, utilizando este iPad y comprobando sus prestaciones, como una prueba de referencia para avanzar en su investigación.

Paul Salay y el director de esta excavación, Carlos de Juan, han utilizado los dos iPad sumergibles que ha traido el profesor desde Estados Unidos para recoger y registrar datos a lo largo de la campaña. Las ventajas del uso de este sistema supone no solo que se pueda trabajar sobre las fotos realizadas en el yacimiento al descargarlas en el iPad, con lo que significa eso para dar mucha más precisión a los datos, sino que se pueden anotar detalles. Y además, en cuanto se sale del agua, todos esos datos están procesados y se pueden enviar o archivar.

«El iPad permite a los arqueólogos tener en el fondo las ortofotografías que yo voy generando -afirma José Antonio Moya, técnico del equipo del proyecto Bou Ferrer y profesor de la UA- y también escribir bajo el agua datos sobre las planimetrías fotográficas».

Moya apunta que en la campaña de este año «se han generado 5.000 fotografías» con las que se ha ido construyendo el yacimiento en 3D, «y ese modelo se bajaba al fondo en la tablet para completar la documentación». A eso se añade el hecho del ahorro de tiempo, «algo que es fundamental cuando estas sumergido».

El fotógrafo utiliza una cámara compacta sumergible y «una de las mejoras que el profesor Salay quiere incorporar al iPad es que se pueda comunicar con una cámara tipo GoPro, «para que se incorporen fotografías de detalle con anotaciones en la ortofotografía durante la propia inmersión. La finalidad siempre está enfocada a optimizar el tiempo bajo el agua y a obtener el mayor nivel de información posible».

Para garantizar el aislamiento del dispositivo del agua, hay que presurizar la carcasa con el mismo aire que se utiliza para las botellas de buceo. «Se le da aire para que la tapa no toque la pantalla táctil y mantenga el equilibrio entre la presión dentro de la carcasa y la que hay en el mar».

La cobertura de la zona excavada es de unos 6 metros de ancho por 15 de largo. Para cubrir esa franja «hemos hecho cuatro catas diferentes y en cada una hemos realizado unas 1.200 o 1.300 fotografías», destaca Moya. «Se excava una parte y se fotografía con está técnica que nos permite ganar mucho tiempo porque en dos días tenemos el plano hecho».

Este plano es el que se descarga en el iPad «y se escribe sobre esas imágenes por lo que el arqueólogo puede hacer anotaciones de detalles o cosas concretas que vea abajo, como, por ejemplo, la existencia de un clavo que no se aprecia en la fotografía».

Uno de los iPad lo ha cedido al equipo de investigación del Bou Ferrer y con el otro, el profesor norteamericano continuará sus investigaciones para ver las necesidades de los arqueólogos y cómo se puede mejorar.