Quince años son muchos. En la vida y a veces incluso en la muerte. Fue en 2002 cuando José Luis Ferris publicó su biografía de Miguel Hernández. En todo este tiempo han aparecido nuevos datos, algunos inéditos, reveladores testimonios, tesis doctorales, monografías y estudios de diversa índole. Y era el momento de revisar, «desmontar el libro y volverlo a montar», asegura el autor, aprovechando que el próximo año se cumple el 75 aniversario de su muerte. Sobre todo, apunta, «porque Miguel Hernández es un órgano literario que no ha dejado de crecer, de expandirse, es un órgano vivo que cada vez llega a más cientos de miles de lectores y hacía falta una puesta al día».

Asegura que es una actualización, no cabe duda, pero «es más que eso». Se trata de una «corrección, revisión, ampliación y actualización, lo que ha supuesto unas 150 páginas más» de este libro que mantiene su título original, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, y que se ha presentado hoy en Madrid, dos días después de su salida a la venta.

Las aportaciones que Ferris ha realizado se centran básicamente en las relaciones entre el poeta oriolano y su esposa, Josefina Manresa; el entorno amoroso de El rayo que no cesa y nuevos datos sobre su relación con compañeros con los que luchó en la Guerra Civil y su estancia en las 13 prisiones en las que estuvo. «En la última década han aparecido los epistolarios inéditos entre Dario Puccini y Josefina Manresa; entre Vicente Aleixandre con el poeta y su esposa, y entre Miguel y Josefina; también son fundamentales los diarios de guerra del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, el auténtico testigo de la Generación del 27. Todo eso ha contribuido a la reconstrucción con razones más firmes del entorno amoroso de El rayo que no cesa y el proceso de elaboración de ese libro, y documentar minuciosamente los últimos días de Miguel Hernández en Madrid al acabar la guerra».

El libro Cartas de Miguel Hernández a Josefina Manresa, publicado en 2011 por la ilicitana Mari Paz Hernández Ejido, ha supuesto un fondo de información fundamental para ahondar en su relación. «Se añaden textos y cartas que no habían salido en la obra completa y algunas aparecen corregidas porque no estaba bien la trascripción o faltaba algún párrafo». Para Ferris, «ahora entendemos mucho mejor la relación entre ellos y puedo decir que Josefina fue su novia oficial, a la que volvió tras una crisis profunda. Cuando se traslada a Madrid se rodea de nuevas amistades y vive una libertad desconocida, lejos de la religión». Es entonces cuando se distancia de ella y rompe el compromiso. «Ahí entran en su vida la pintora Maruja Mallo y María Cegarra, ambas decisivas para El rayo que no cesa. Pero en enero del 36 vuelve con Josefina y un año después se casan».

Una vez conocidas las más de 300 cartas que se escribieron, «tenemos una visión muy curiosa de su relación porque da la impresión de que Miguel quiso más a Josefina que al revés; es la impresión que da. La pregunta es qué hubiera pasado si Miguel hubiera salido de la cárcel... leyendo las cartas y viendo las hipótesis de María Paz Hernández, da la impresión de que nunca se hubieran entendido porque eran dos mundos completamente distintos».

El libro ofrece también «una nueva propuesta de lectura» de El rayo que no cesa, porque «ahora se puede atribuir cada soneto a una de las tres mujeres que lo inspiraron». Según el escritor, el poeta tenía una serie de sonetos escritos para Josefina, pero al trasladarse a Madrid y vivir ese ambiente, su nuevo libro «está lleno de sonetos nuevos, frescos, con otra visión totalmente distinta; al acabarlo recopila los poemas con Vicente Aleixandre y de los escritos para Josefina elige diez, de los creados a la sombra de Maruja Mallo, catorce, y dedicados a María Cegarra, cinco». De esta manera, algunos sonetos que el autor atribuía a Maruja Mallo son en realidad dedicados a Josefina.

La polémica relación del poeta oriolano con los compañeros con los que luchó en la Guerra Civil es otro de los puntos destacados. «Unos se refugiaron y otros como Miguel fueron al frente; entre ellos hubo rencillas y ahora documento más esa difícil relación con Rafael Alberti, porque tenían dos visiones muy distintas de la guerra; ahora he confirmado que después de haber dado la cara, al acabar la guerra le dejan solo en Madrid». Sobre su estancia en las 13 prisiones por las que pasó, sobre su viaje a la Unión Soviética en el 37, su participación en las misiones pedagógicas y sus detenciones también clarifica datos.

«La imagen que me gustaría que quedara es la del hombre íntegro y el poeta necesario. No quisiera encontrarme ante dilemas como los que tuvo que sufrir; lo que le pedía su pensamiento por otro lado se lo negaba su corazón». Además, «su poesía tiene una vigencia estremecedora; es tan verdadera que aún atrae a lectores de cualquier edad, de cualquier color y de cualquier país».