Se puede transportar en cajas de verdura. Las piezas oscilan entre los 10 y los 25 centímetros. Madera, plástico o cartón sirven como material. Su coste no supera los 700 euros, frente a los 1.500 del producto más barato del mercado. Y, lo que es más importante, nace libre de patentes y se podrá fabricar en el lugar en el que se necesita. Hablamos del prototipo de refugio para situaciones de emergencia que se ha pensado, diseñado y creado en el Fab Lab Alicante, y que el pasado domingo ganó el Festival Internacional de Arquitectura Eme3.

En este laboratorio de investigación digital de la Universidad de Alicante, que tiene como objetivo ser un centro de producción y desarrollo de proyectos de base tecnológica a partir del autoaprendizaje y la cultura del DIY (do it yourself), trabajan Juan Carlos Castro, Paco de Juanes y Leandro Moreno que son quienes han desarrollado este prototipo y los que lo han defendido en el festival de Barcelona, que este año marcaba como tema los refugiados y la arquitectura de emergencia.

Con la experiencia como uno de los arquitectos creadores del refugio Suri, en cuya materialización también participó el Fab Lab, Juan Carlos Castro partió de esa base para crear junto a sus compañeros esta nueva propuesta que se encuentra en fase de prototipo pero que ya deja ver sus ventajas.

«Es un sistema constructivo fácilmente producible, la pieza más grande es de 25 centímetros; está pensado para ser realizado prácticamente en cualquier material que se pueda cortar, como madera, plástico o cartón, y luego se monta con el sistema lego», asegura el arquitecto.

Además, no necesita libro de instrucciones, porque solo hay dos partes: las piezas y las uniones. A partir de ahí se realizan los paneles que se van uniendo. «Se plantea como un código abierto, que no tiene patente cerrada, sino que es de uso libre y tanto la documentación como los archivos son adaptables a las necesidades del lugar donde se va a instalar».

En los refugios que existen en la actualidad, hay que transportar las piezas, que generalmente son muy grandes, en contenedores y luego hasta el lugar donde se van a instalar. «Nuestra propuesta se plantea utilizar la infraestructura propia del lugar y se podría realizar en cualquier Fab Lab del mundo o en cualquier lugar en el que haya una carpintería que tenga máquina de corte y el material».

Tanto Acnur como Médicos Sin Fronteras han mostrado su interés por este proyecto, porque «plantea la posibilidad de que en lugar de llevar un prototipo se lleve la tecnología, es decir, que en vez de transportar un refugio ya hecho, se ponga en marcha en el lugar de destino la tecnología que es de muy fácil aprendizaje, de manera que pasada la emergencia pueden ser reutilizables y las máquinas quedan para el desarrollo futuro aportando tecnología y conocimiento a los que los han ocupado».

El tema del aislamiento del frío y del calor pasa por una solución práctica y al mismo tiempo decorativa y en cierto modo lúdica, ya que se ha realizado con globos. «No es la solución final, es solo una representación; ahora estamos desarrollando membranas inflables por paneles, con la misma materia de los globos».

Cuando presentaron el prototipo en el Festival Eme3, asegura Juan Carlos Castro que tuvieron que explicar con claridad ese aspecto lúdico. «Nosotros creemos que hay una línea muy fina entre la solidaridad y la caridad, y nos interesa la dimensión política y comprometida del proyecto, pero eso no tiene por qué implicar una renuncia al diseño, la estética o el optimismo».

Los primeros encargos ya han llegado. Para un par de ferias en Madrid y por parte de Karam, una ONG de ayuda a los refugiados que lo quiere utilizar para montar escuelas infantiles en Grecia. «Allí están ubicados en naves industriales y la primera necesidad ya está cubierta».