El primer programa que Antonio Sempere recuerda del VHF en blanco y negro es Estudio Abierto de José María Íñigo y su espacio favorito de La 2 hoy es ¡Atención obras!, presentado por Cayetana Guillén Cuervo; se sabe sin mirar el número de años en antena de Imprescindibles, Carta Blanca, Días de cine o Página 2, sencillamente porque se ha visto todos sus programas; y reconoce que no suele ver los documentales de La 2, el canal para minorías de TVE que cumple cinco décadas y al que rinde homenaje en su libro 50 años de La 2, un viaje sentimental editado por Cinestesia. Ayer lo presentó en Elche y el día 2 de diciembre lo hará en la librería Pynchon&Co de Alicante.

Este profesor, crítico de cine y televisión y colaborador de INFORMACIÓN es un friki de La 2, entendido «como un placer, algo con lo que disfruto», reconoce, ya que «si digo que es parte de mi vida no se lo creen porque parece una frase hecha, pero no miento si digo que mi horario, mi agenda, se nutre de 4 ó 5 horas de consumo diario de La 2», un canal que, además de su aportación a la vida cultural y social del país, considera «un islote de buen gusto, de sensatez y cordura que nunca ofende, que no es poco».

«Para mí ver La 2 es verla con los cinco sentidos, no estar con otra cosa a la vez, sino atender a esta única pantalla», añade, tras manifestar un deseo: «Me gustaría ver este canal en el cine alguna vez, que una sala estuviera sintonizada con La 2, para disfrutarlo en máxima calidad».

Sempere, que en su libro repasa alfabéticamente prácticamente todos los programas que han pasado por la pequeña pantalla en estos 50 años, «porque los recuerdo perfectamente», se considera un seguidor «completista» -que ha visto las temporadas completas- de los programas de producción propia, como ¡Atención obras!, con 153 programas, Imprescindibles (6 años), Página 2 (10 años), Días de cine (25 años), La mitad invisible (8 años) o Metrópolis (30 años).

Aunque no tiene claro qué programa es el más longevo, «me atrevería a decir que es El día del señor, que existe desde 1982», y no entiende por qué no se reponen algunos de sus antiguos y mejores programas.

El autor recuerda que hasta el año 90 el segundo canal de la televisión pública «se veía apenas unas horas al día, en los 80 empezaba a las 7 de la tarde con la tabla de gimnasia de Eva Nasarre y hasta que Zapatero no eliminó la publicidad no se convierte en un canal temático cultural y de participación ciudadana, ya que hasta entonces era un cajón de sastre de programas infantiles y deportivos».

Con todo, y aunque el libro es «un chute de nostalgia donde comparto mis recuerdos», Sempere apunta que empieza a tener un dilema como espectador con la llegada del canal #0, que, a su juicio, está desplazando a La 2 «por su frescura y acercamiento al público joven, algo que debería asumir la televisión pública con La 2, que no lo tiene y se está quedando para carcamales. El problema que tiene La 2 es su audiencia, que lo vemos cuatro, y esa es mi pena, que no la puedo compartir».