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Arte Crítica

Senderos a la modernidad

En las últimas décadas de finales del XX y principios del XXI, hemos asistido a una reconversión de la concepción y de la función de los museos y centros de arte. De meros conservadores han pasado a ser organismos activos en un análisis constante del arte que albergan, en su contraste con la actualidad, seleccionando, creando criterios, y haciendo partícipe a la sociedad de estas dinámicas de creación de cultura. Pero en la actualidad vemos cómo algunos de estos centros, sobre todo los que no entendieron esta reconversión y permanecen sin una dirección o proyecto vinculado a estos nuevos códigos de funcionamiento, como nuestro MUBAG, se han convertido, en el mejor de los casos, en salas de exposiciones de los coleccionistas privados. Quienes van creándose un curriculum y dando valor de mercado a su obra al ser reconocida por los museos. ¿Pero realmente estas obras son un ejemplo suficiente para ser expuestas en un museo? Y si lo son, ¿están expuestas para interesar a un público mayoritario, no experto?

En la exposición que nos muestra el MUBAG, pintura de los siglos XIX y XX, Colección de Hans Rudolf Gerstenmaier, el texto introductorio nos habla de un selecto grupo de pintores a través de los cuales podremos conocer las revoluciones estilísticas que se produjeron en esas décadas. ¿Pero realmente es esto así? Solo algunos de los artistas expuestos realizaron una obra que pudiera considerarse auténticamente rompedora, creadora de expectativas de una modernidad importante. Sin duda España estaba anclada en unos conceptos artísticos que Europa, sobre todo Francia, había abandonado a mediados del XIX. En esta muestra se puede ver que estas influencias llegaron muy tardíamente, apenas como unos atisbos miméticos de esta modernidad, no como una visión generalizada. Solo algunos artistas entendieron con plenitud la nueva mirada que proclamaba el impresionismo: la pintura como lenguaje autónomo, no plegado a gustos estéticos o formales, impuestos por una sociedad nostálgica de unas estéticas, de una gloria pasada. Pero se necesitó, para alcanzar la modernidad, más tiempo, conocimiento,y nuevas experiencias no suficientemente representadas en esta muestra.

Después de la visita a esta exposición, mayoritariamente de nombres, destacar que solo un entendido en pintura, conocedor de la historia, podrá apreciar quién estaba haciendo una pintura realmente investigadora y hasta dónde llegó con ella. No hay un estudio propio de un museo. De toda la exposición me quedaría con el Zuloaga, con el dibujo de Nonell, con Gutiérrez Solana, y algunos fragmentos de Retrato a una mujer desconocida de Sorolla. Menos mal que a la salida, en la planta baja, podemos disfrutar de la sabiduría pictórica de Emilio Varela, realmente un experimentador, que muestra la contemporaneidad de la pintura, la fuerza del arte que es actual siempre.

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