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Con otra cara

Melania Trump en el escaparate

Que tiemblen las primeras damas del mundo libre. Llega Melania Trump. Sin Carla Bruni en la primera línea de las esposas de relumbrón, no hay trasero que pueda competir con el de la flamante mujer del presidente de los EE UU. Elegante y bella, 46 años magníficamente llevados, ojos azules, 1,80 y las mismas medidas que la convirtieron en modelo cuando tenía 16 años. Difícilmente va a encontrar a nadie que dé en las fotos mejor que ella cuando baje de los aviones o cuando reciba a otras mujeres de mandatarios y las lleve a hospitales o refugios en los que ayude a los más necesitados, sobre todo mujeres y niños que es a lo que pretende dedicarse Melania a partir de ahora además de reírle las gracias a su marido, presentarse siempre perfecta un paso más atrás y cuidar de los retoños del nuevo rey del mundo.

Melania es una primera dama atípica aunque en las antípodas de la también especial Michelle Obama cuya fuerte personalidad, sentido del humor e inteligencia ha complementado a la perfección la atractiva imagen de su marido. Ésta es otra cosa, y ya en la campaña se ha evidenciado su voluntad de mantenerse en un segundo plano como tantas otras de sus antecesoras. Es atípica por otros motivos. En primer lugar, por pertenecer a ese grupo tan denostado por su marido: los inmigrantes. Incluso tiene algo de acento extranjero, pero, con ese cuerpo, a Donald no le supone un problema. Nació en la antigua Yugoslavia bajo el régimen comunista de Tito y, tras recorrer medio mundo en su trabajo como modelo, llegó a Nueva York en 1996 donde dos años después conoció al magnate en una fiesta. Así, es la primera dama no nacida en EE UU si no se cuenta a Louisa Adams, la mujer de Quincy Adams que gobernó a principios del siglo XIX, pero aquella era británica y su padre norteamericano.

Aunque Melania no es la única que ha sido modelo, sí es la primera en salir desnuda en una revista, incluso en algunas fotos con otra mujer en escenas de contenido lésbico cuando empezaba su carrera, algo que, por supuesto, le han sacado durante la campaña para perjudicar a su marido. También se ha dicho de ella que trabajó ilegalmente en Estados Unidos, y que ejerció como «señorita de compañía», lo que ha negado llevando a los tribunales por difamación a los periódicos que se hicieron eco de estos rumores. Habla cinco idiomas y los que la conocen la califican de organizada, educada, discreta e inteligente pese a las burlas de las que ha sido objeto en la campaña tras descubrirse que en un discurso había plagiado parte de otro pronunciado antes por Michelle Obama, aunque posiblemente los culpables de el copia-pega fueran sus asesores.

Haber aceptado a este patán machista y racista como marido es el mayor borrón en la biografía de esta mujer. Hay quien dice que con su discreción y elegancia puede contrarrestar la burda imagen de su esposo pero parece imposible pulir a este bárbaro. Todo apunta a que Melania va a seguir siendo un bello objeto en el escaparate más grande del mundo.

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