Soldados de plástico, saltimbanquis que daban volteretas escaleras abajo, paracaidistas que acababan enganchados en los cables de la luz, chucherías, cromos, muñecos, tebeos, recortables, canicas... y pipas, muchas pipas. Este era el mundo que aparecía ante los ojos de los niños nacidos entre las décadas de los años 60 y 70 cada vez que se asomaban al kiosco, un fortín lleno de baratijas, golosinas y juguetes minúsculos alrededor del cual pasaban las horas cuando la vida se contaba en pesetas.

Ahora, dos de esos críos que jugaban en descampados a la salida del colegio -el alicantino Juan Pedro Ferrer Pujol (Orihuela, 1961) y el catalán Miguel Fernández Martínez (Badalona, 1963)- acaban de publicar Aquellos maravillosos kioscos (Editorial Edaf) que presentan el viernes a las 19 horas en la Casa del Libro de Alicante.

Aquellos maravillosos kioscos se suma a la creciente ola de nostalgia editorial surgida en los últimos años -con títulos como Yo fui a EGB, Espinete no existe o Papel y Plástico, entre otros- y escrita por autores de generaciones nacidas entre el tardofranquismo y los albores de la democracia, que constituye ya un género en sí mismo.

El libro de Ferrer y Fernández tiene como hilo conductor al kiosco, «que era donde te abastecías a diario de golosinas y pequeños juguetes hasta que llegaba tu cumpleaños, la primera comunión o la Navidad», apunta el coautor alicantino, que añade que «ibas y te quedabas mirando un buen rato antes de comprar nada, y casi todos los días había alguna novedad porque todas las baratijas eran muy baratas».

Juan Pedro Ferrer apunta que tanto él como Miguel Martínez querían rendir un homenaje al kiosco, «que poco a poco va desapareciendo, y a la vida cotidiana que se hacía alrededor de él en los barrios de la periferia, los descampados donde jugábamos con el bocadillo de la merienda, o el pan con chocolate, además de reflejar una época y una vida social en la calle».

Alicante juega un papel fundamental en sus páginas, ya que aquí se ambientan las historias contadas por una pandilla de chicos, en concreto de dos amigos, criados en Virgen del Remedio, barrio al que con 7 años se trasladó Juan Pedro con su familia desde su Orihuela natal en un Citroën DS Tiburón, y donde se desarrollaron sus idas y venidas al kiosco, un espacio que primero cubrieron los «piperos» y los carritos de golosinas.

Las Hogueras o los veranos en el Postiguet también están presentes, ya que todas las historias parten de los recuerdos de infancia de este alicantino -actualmente auxiliar de servicios en el Ayuntamiento de Alicante- en las que también ha colaborado Miguel Fernández -ilustrador y guionista que ha trabajado para Disney, Fox o Dreamworks-, responsable de los dibujos del libro, que recuerdan directamente a los de El pequeño Nicolás en un homenaje expreso a Sempé.

Ambos blogueros, Ferrer y Fernández se conocieron hace cinco años en las redes sociales, ya que comparten la nostalgia de esa niñez que recuerdan en sus respectivos blogs (Elkioskodeakela.blogspot.com.es y Thosewerethetimesquetiemposaquellos.blogspot.com.es) y hasta hace poco no se vieron en persona.

«Entablamos amistad a distancia y entre las colecciones de los dos y los recuerdos surgió la necesidad del libro, que hemos hecho a distancia en un año y pico, con muy poco inventado y mucha experiencia vivida», señala Juan Pedro, que agrega que «todos los niños de la época se van a ver reflejados en estas historias, especialmente si vivieron en un barrio de la periferia».

El ejemplar cuenta con 600 imágenes de productos de la época -en su mayoría disponibles en los kioscos, pero no solo- que en un 90 por ciento pertenecen a la colección particular de Ferrer, además de imágenes de archivos municipales y códigos QR que enlazan a videos de esos años.

Entre las baratijas favoritas de Ferrer destaca el hombre del espacio y el paracaidista, además de los Monta-Plex, sobres sorpresa de 5 pesetas con juguetes de plástico en miniatura, que luego desaparecieron, recuerda, «porque los niños podían tragárselos, pero no conocí ningún caso».

Ironiza con que la suya fue una generación que, además de atiborrarse a pipas, vivía «en peligro» constante, «con columpios de acero duro, dardos con puntas afiladísimas, cápsulas con bolas dentro como en las pulgas mágicas o mistos que contenían pólvora pura. Y hemos sobrevivido».

Nostalgia sin volverse loco

A juicio del autor, Aquellos maravillosos kioscos es un libro «para pasar un rato agradable, sonreír en algunos casos y llevarte a tiempos mejores que son los años de infancia». Sobre esta necesidad de recordar la niñez de generaciones que pasaron del blanco y negro al color, Ferrer considera que si bien «la generación de nuestros padres vivió padecimientos excesivos en la posguerra y estaba más ocupada en otras cosas, en la nuestra surgieron muchas cosas nuevas: la música, los jipis, la llegada del hombre a la Luna... Era un despertar del diseño, una época de colorido y liberación».

En su opinión, «volver la vista atrás no es malo, pero sin volverte loco» y cree que «un niño es un niño siempre y los de ahora recordarán su infancia también con nostalgia».