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Ilusionismo escénico

Dos comediantes visten de negro e interpretan seis papeles cada uno como si hubiese doce variopintos personajes casi a la vez y con sus ligeros cambios de voz y apariencia. Un sombrero militar, una montera, una gorra o una cresta punki. El profe, situado en el primer término del patio de butacas, maneja unas sesiones en las que los otros intervienen para jugar y mejorar sus vidas. Clase loca, como señala el título en inglés de este espectáculo, La crazy class, pero ofreciéndonos una aproximación a los ejercicios de un taller de teatro. El espacio, el cuerpo, la reducción del ego, liberar tensiones, proyección de la voz o la caracterización y preparación de ciertas escenas con Santiago Sánchez al frente, Carles Castillo y Carles Montoliu. La limpiadora y la técnica, Elena Lombao, y todos bajo el paraguas de la compañía valenciana L'Om-Imprebís, fundada en 1983 por Sánchez y con una amplia dimensión internacional. Sobre la base de la improvisación surge este montaje que no tiene prácticamente nada de improvisado. A partir de la idea original de Michel López (autor, director, profesor residente en Francia y colaborador habitual del grupo), Santiago Sánchez y él crean y dirigen esta serie de situaciones con textos de ambos y de Castillo y Montoliu. La experiencia controla la tarea con suaves toques de caricatura y ternura, precisión y una flexibilidad interpretativa que llena el escenario. Sin aprovechar ampliamente sus posibilidades, la larga trayectoria de Carles Castillo en la pantomima reluce en algún momento. Su vis cómica, labrada en numerosas batallas, es una garantía. «Dame un poco de arte para no morir de realidad», porque, como se dice en el programa, «el teatro es un lugar donde vamos a divertirnos, emocionarnos y reconocernos». Eso está muy bien, pero la comicidad es un tanto primaria, y el extenso desfile va pesando y se reitera. Hay pinceladas individuales, al margen de las clases, y un ejecutivo al que solo le interesa la rentabilidad económica. Sale a colación la liberación femenina en Casa de muñecas, de Ibsen, o la historia de una usurpación en Hamlet, de Shakespeare, en este homenaje al teatro y a los espectadores, que forman parte de él.

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