La fotógrafa gallega afincada en Alicante María Moldes se ha puesto de barro hasta las cejas para desarrollar su nueva serie, Bloop, que acaba de terminar este pasado fin de semana en los lodos y salinas de San Pedro del Pinatar (Murica).

Como una onomatopeya del sonido del barro, Bloop es la tercera serie de Moldes, conocida por sacar el lado más cool de las personas mayores en las playas de Benidorm (Escenas de la vida radiactiva) o en las calles de Alicante (Gammacity). Sus imágenes en Instagram -donde cuenta con cerca de 10.000 seguidores y apenas sube una foto al día- han sido portada de The Guardian o mencionadas en la CNN, tras su inclusión en el primer photobook de Instagram.

Como en las series anteriores, la fotógrafa busca personas en momentos de la vida cotidiana, de la tercera edad en su mayoría, que con su particular filtro se convierten en personajes de otra galaxia.

«Me fijo en escenas cotidianas, en cosas que se ven por ahí, y las "descontextualizo" para montarme una realidad paralela que suelo llevar a la ciencia ficción, a ese cine de los años 50 que es el que más me ha marcado, con todas esas películas en blanco y negro», indica Moldes, que se remite a títulos como The Blob (La masa devoradora), La invasión de los ladrones de cuerpos, Ultimátum a la Tierra o El hombre del planeta X.

Con móvil en mano -y esta vez con una pequeña cámara compacta- María Moldes se ha camuflado durante los dos últimos veranos entre los bañistas que acuden a esta zona del Mar Menor para untarse de barro y hacer las fotos sin que sus protagonistas lo noten. ¿Cómo? «Yo tampoco sé cómo no se dan cuenta», bromea ella, «aunque tampoco se distingue a nadie ni hay primeros planos. Todas las fotografías son espontáneas excepto una que es posada en un guiño a Ultimátum a la Tierra».

Bloop se compone de unas 40 imágenes en color «porque el lugar es chulo, con el barro negro, la tierra marrón rojiza, el agua rosada por las algas de las salinas; aunque a simple vista parezca feo, yo le doy la vuelta», explica la fotógrafa, que considera que «vivimos en una época fea, triste y un poco desastre» y en este mundo imaginario «soporto mejor la realidad». Ella defiende la fotografía «que le puede gustar a cualquiera, que se entienda lo que quieres expresar, al menos hasta que me vuelva una artista excéntrica», ríe.

La serie aún no tiene destino pero ya hay comisarios pendientes de verla mientras estudia en qué festival podría mostrarse.