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Esplá, paliza y triunfo por amor al arte

El torero de Alicante corta una oreja de cada toro que le permiten salir a hombros junto a Juan Bautista a pesar de recibir una fuerte voltereta

Preciosa decoración la que lucía ayer la Plaza de Arles realizada por el alicantino Esplá. TWITTER

Sonaban los acordes aflamencados en el violín de Paco Montalvo interpretando el archiconocido A mi manera de Sinatra como resumen de un festejo tan singular como variado, un auténtico canto al compendio y diversidad de las artes en torno a ese animal magnífico y totémico: el toro bravo. A la manera de Esplá, podríamos decir, ya que el diestro de Alicante volvía a los ruedos en esta solitaria tarde para lidiar dos toros en un entorno pictórico creado por él mismo. Una gran escudo sobre un mar azul Mediterráneo, los perfiles de cuyas olas simulaban esos particulares toros de la Camarga arlesiana, donde el Ródano se parte en dos para acoger a esos uros de cuerna cornipasa. Y una maja de Goya «pop» a modo de Europa entregada a la atávica virilidad del toro. Esplá y su mundo de pinceles y símbolos. ¡Qué hubiera sentido ese Van Gogh que captó en su lienzo la luz en ese anfiteatro durante una tarde de toros! Un auténtico estallido de color que continuaba en el terno del alicantino, color tabaco con pasamanería azul y vueltas naranjas, rematadas con una redecilla blanca que acogía su cabellera cada vez más cana y escasa. Casi sesenta otoños peina ya.

Pero no se olvidó Luis Francisco de su personalidad torera. Volvió tal cual se le recordaba. Su primero se quedaba muy corto ya desde el capote. No banderilleó tampoco el torero porque venía con una lesión reciente en el pie. Pero no fue óbice para que recreara ese añejo toreo por la cara, pleno de torería y sabor, de recortes y repertorio vario, afarolados y trincherillas, molinetes y algún ayudado que constituyeron una enciclopedia de la lidia en su sentido más ancestral. Lidia rápida de pies, ágil y altanera. La modernidad la ha desechado y perdemos todos. Por eso el vestigio gustó ayer en Arles, y tras un pinchazo y media estocada de rápido efecto, el público galo pidió un trofeo para el alicantino.

Un susto

El cuarto tuvo mayores bondades y larguras en la embestida. Se pudo ver el toreo a la verónica y por delantales de Esplá, rematado por medias abelmontadas, echándose el capote recogido tras la embestida a los riñones. Mucho sabor. Tampoco banderilleó. Domingo Navarro y Paco Senda volvían también con él. Ese cuarto de Zalduendo lo había brindado el diestro a su familia, y permitió al torero de la «terreta» cuajar buenas series con la diestra, de toreo más largo y mandón. Se repitió el toreo de florilegios en los remates, siempre a tiempo. Cuando lo cerraba a dos manos, quedó a favor de querencia el torero y el astado se lo llevó por delante, buscándolo con saña en el suelo. Una contusión en un costado y una brecha sangrante en la frente que dejará la última cicatriz de espejo en la piel de un pedazo de torero. Volvió a la cara del toro para acabar con él de una estocada y un descabello. Otra oreja más que le abría la puerta grande.

El segundo de la tarde no lucía embestidas largas y Morante de la Puebla se inhibió. El sainete a espadas precedió a una bronca monumental, de esas que, preocupantemente, cada vez afectan menos al torero sevillano. En el quinto, un astado noble pero de viaje reducido, el de la Puebla consintió hasta extraerle muletazos de bello trazo y con su singular sabor. Una tanda derecha a media altura y otra de naturales de frente supusieron el cenit de la obra. Oreja tras media estocada arriba.

Juan Bautista, organizador también del festejo, volvió a tener buen bajío en el sorteo y se llevó el mejor lote. Cuajó de principio a fin al tercero, merecedor de los honores de la vuelta al ruedo. Surgieron tandas por ambos lados tan aceleradas como vibrantes. Se atemperaron toro y torero al final del trasteo, y dos circulares calentaron al personal. Estoconazo recibiendo y dos orejas y rabo. Otro espadazo en idéntico trance remató al sexto, también de francas embestidas, con emoción. Bautista está maduro, y lo volvió a torear a placer. Dos orejas y tarde redonda para él.

Salieron los tres toreros por la puerta grande, pues Morante sirvió de costalero a un Esplá que, como siempre, hizo y dijo las cosas con sus misterios, a su manera. «Esplándido».

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